Page 50 - De la luz a las tinieblas
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recorrieron unos doscientos metros hasta llegar a un pequeño
          saliente  de  madera  sobre  la  superficie  del  mismo.  Una

          especie de muelle pequeño, desde donde podían recoger agua
          con mayor facilidad.
              Justo  allí,  se  hallaba  un  cruce,  donde  las  cabañas  se
          repartían en dos grupos, a los cuales se accedía por caminos
          diferentes. Alterio giró a la izquierda y enfiló un sendero de
          tierra más blanda que se apartaba de la orilla. Andrés fue tras
          él. Le admiraba la seguridad con la que el invidente transitaba

          por aquellos caminos.
              Unos metros más adelante, tanteando con su bastón los
          bordes de la senda, el anciano se plantó frente a una chacra
          solitaria.
              Empujó  la  puerta  de  viejos  tablones.  Esta  se  abrió

          produciendo  un  chirrido  agudo  y  desagradable,  prueba
          inequívoca de la falta de mantenimiento y el abandono. No
          estaba  cerrada  con  llave. De hecho, no  tenía  ni cerradura.
          Solo cumplía con el cometido de evitar que penetrase el frío
          aire exterior.
              Todo era muy austero en el interior, poco más que un

          camastro de paja y un pequeño soporte, a modo de colgador,
          ubicado en un rincón de la estancia. En la otra esquina había
          una  especie  de  palangana,  confeccionada  con  un  tronco
          horadado  rudimentariamente,  y  un  recipiente  en  forma  de
          barril, fabricado del mismo modo, que contenía agua. Las

          paredes, revocadas con barro; el suelo de tierra, sobre el cual
          se  erguía  una  rústica  mesa  formada  por  dos  carcomidos




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