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ICAP ARGDEBRA

               Médica, en los cuales se regulan el deber del médico y fundamentalmente los principios y las
               normas de conducta que deben regir la actuación médica en la relación médico-paciente,
               además  de  las  promulgaciones  a  la  protección  y  el  cuidado  del  medio  ambiente  y  su
               importancia para la salud humana.

               Otros llamados a la actuación profesional, en función del bienestar y la protección a los más
               desposeídos, aparecen en el año 1957 cuando el Papa Pío XII señala que se le pide al médico
               que aplique medidas ordinarias, pero no extraordinarias para prolongar la vida. En 1968 el
               Papa Pablo VI en la Encíclica “Humanae Vitae” advierte sobre la violación de las leyes de la
               naturaleza, en particular sobre la trasmisión de la vida.

               El avance tecnológico y los conflictos ético-morales
               Resulta  imposible  referirse  al  alcance  de  la  Ética  Médica  contemporánea  sin  analizar  los
               problemas ético-morales que la propia evolución de la sociedad ha traído aparejados. Así, las
               grandes transformaciones ocurridas en el mundo como consecuencias de las revoluciones
               sociales y las conflagraciones bélicas mundiales de la primera mitad del siglo xx, en especial
               la II Guerra Mundial, con la utilización de potentes armas nucleares y de exterminio en masa,
               hicieron que el hombre contemporáneo adquiriera conciencia de las posibilidades de su propio
               exterminio de la faz de la tierra, así como de la destrucción y el aniquilamiento de la vida
               planetaria.

               Asimismo, los avances logrados con la Revolución Científico- -Técnica en el campo de la
               atención a la salud en los últimos diez lustros han introducido profundas transformaciones en
               la práctica médica e impusieron su sello a los principios éticos de la medicina moderna, pues
               hasta ese entonces los códigos de ética para los profesionales de la salud se habían centrado
               en la elaboración de una normativa que prescribía cuáles eran las actuaciones correctas,
               lícitas y morales, en el desempeño de estas profesiones y se ocupaban de analizar y dirimir
               los  conflictos  originados  en  la  relación  médico-enfermera-paciente-familia  y  de  los
               profesionales de estas ramas entre sí y, por ende, como reglamentación al fin que regía lo
               que se debe y no se debe hacer, lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto en el ejercicio
               profesional. Su incumplimiento llevaba implícito una valoración moral negativa, un demérito o
               una sanción.

               De igual forma, el propio desarrollo de la medicina y la investigación científica en esta ciencia
               pautaron  la  impostergable  necesidad  de  realizar  investigaciones  experimentales  en  seres
               humanos, principalmente en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, pero no siempre estas
               fueron hechas bajo los preceptos éticos, morales y jurídicos que debían regirlas. Un triste
               ejemplo de esto fueron los grandes experimentos realizados por los nazis durante la II Guerra
               Mundial con los prisioneros de guerra en los campos de concentración, puestos de manifiesto
               por un tribunal internacional en el Juicio de Núremberg en 1946, lo que dio origen a que un
               año más tarde se declarara el Código de Núremberg para regular los experimentos médicos
               en seres humanos. En 1964, las Naciones Unidas promulga la Declaración de Helsinki para
               guiar a los científicos en las investigaciones biomédicas, la cual es modificada y perfeccionada
               en Tokio en 1975 y luego se enriquece en Venecia en 1983 y en Hong Kong en 1989.

               Otros avances de la medicina al calor del desarrollo tecnológico propiciaron en la medianía
               del siglo pasado la aparición de las salas de terapia intensiva y con ello la posibilidad de
               mantener con vida sustentada, durante meses y aun años, a personas que habían perdido de
               manera irrecuperable todas las funciones de la vida de relación y conservaban, sin embargo,
               las  de  la  vida  vegetativa,  quienes,  de  no  haber  tenido  esas  condiciones  de  tratamiento,
               hubiesen fallecido. Paralelo a ello, Mollaret y Gourdon, en el Hospital Claude Bernard de París,
               describen el coma de passé o coma sobrepasado y surge después el concepto de muerte
               cerebral —actualmente considerada como muerte encefálica—, para referirse “a un cerebro
               muerto en un cuerpo vivo”.



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