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ICAP ARGDEBRA

               así  como  de  las  relaciones  del  hombre  con  los  restantes  seres vivos”,  definición,  aunque
               simple, bastante práctica.

               Existen bastantes divergencias en cuanto al contenido de la Bioética. Algunos la ven como un
               neologismo, un enfoque, un término, un nuevo campo de estudio, aunque los más numerosos
               la  refieren  como  una  disciplina  o  más  bien  un  marco  de  reflexión  y  de  investigación
               interdisciplinaria sobre los desafíos, a raíz de los progresos técnico-médicos, mientras que
               otros  la  vislumbran  como  un  método  de  análisis  que  ayude  en  los  casos  de  toma  de
               decisiones.

               Lo que sí está claro desde un inicio es que la bioética nace para socorrer la vida humana
               frágil, para defender el valor de cualquier persona, aun de la más enferma o más desvalida y
               para combatir el error de que el derecho está subordinado a la fuerza. La Bioética, como parte
               de la Ética en general al estudiar la conducta humana en las ciencias de la vida y del cuidado
               de la salud a través de sus principios morales, contribuye a fijar los límites a los avances
               científicos, enfocando hasta dónde se puede llegar y cuánto se puede lograr con la técnica
               sin que menoscabe la dignidad de la persona humana.

               Entre los años 1978 y 1983 se creó en los Estados Unidos una comisión presidencial para el
               estudio de los problemas éticos que se habían generado en Medicina y en las investigaciones
               biomédicas, la cual indiscutiblemente sirvió de apoyo para el desarrollo de la Bioética en ese
               país.

               En 1979, Tom Beauchamp y James Childress desarrollaron los principios de la Bioética y
               enunciaron a la beneficencia, la autonomía y la justicia como la denominada “Tríada Bioética”;
               aquí se hace confluir a la beneficencia y la no maleficencia como dos dimensiones de una
               misma situación. Estos autores distinguen entre reglas y principios bioéticos, y consideran que
               estos últimos se mueven en un nivel de justificación más general y fundamentan las primeras.
               Los  principios  tienen  un  valor  prima  facie,  son  universales,  obligatorios  y  tienen  que  ser
               respetados, excepto cuando entran en conflicto entre sí, en cuyo caso debe seguirse el que
               tenga más peso de acuerdo con las circunstancias. Las reglas, por su parte, guían y justifican
               acciones  en  casos  particulares,  y  estas  son:  la  confidencialidad,  la  veracidad  y  el
               consentimiento informado.
               El propio desarrollo científico-técnico y las nuevas miradas a la evolución propiciaron que se
               pronunciara en marzo de 1995, La Carta Encíclica “Evangelium Vitae” del Sumo Pontífice
               Juan Pablo II (1987), quien hace un llamado en comunión a todos los obispos del mundo en
               función  de  la  exaltación  del  valor  incomparable  de  la  persona  humana  y  de  las  nuevas
               amenazas a la vida humana que se vislumbraban, convidando a la necesidad conjunta de unir
               fuerzas en pos del bien de la humanidad. El mismo Santo Padre hace alusión, además, a la
               necesidad de acortar más la distancia que se viene estableciendo entre el paciente y el médico
               cuando señala que “La relación médico-paciente es una relación muy especial, entre una
               confianza y una conciencia”.


               Fundamentos teóricos de la Bioética
               Existen teorías concretas que intentan explicar los caminos ideales para la interpretación y el
               análisis de los aspectos bioéticos que se ponen de manifiesto a diario. Estas teorías al menos
               dan lugar a diferentes modelos éticos de referencia en la práctica, pero todos tienen como
               objetivo la defensa de la dignidad de la persona. Dentro de estos modelos se citan a:
               1.     El modelo liberal-radical: Este basa sus principios en el respeto y derecho a la libertad,
               considerando como legal todo lo que es libre y que no dañe tampoco la libertad ajena, como
               la utilización de medios abortivos, libre actuación hasta para decidir el momento y el modo de
               la muerte, entre otras.
               2.     El modelo sociobiológico: Este propone una ética basada en la evolución y, por lo tanto,
               cómo la vida y la sociedad se ajustan a un proceso de evolución biológica. Los valores que


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