Page 86 - selim
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Se  levantó  y  empezó   a  alejarse  con  su  paso
             lento y pesado.


             —Y   entonces,   ¿qué  pasa   con  los  chicos? -le
             gritó  uno de  los hombres.

             —Bueno,     bueno...,   sí,  de  acuerdo   -gruñó
             Rahmi encogiéndose de       hombros.



             Cuando lo perdieron de vista,     los  hombres se
             echaron   a  reír.  Estaban  encantados:    habían
             fastidiado  al  avaricioso  de  Rahmi  y,  a  la  vez,
             le  habían  hecho  un  favor  al  viejo Ahmet,  que
             a  duras  penas   podía  guardar   solo  aquel  in-
             menso rebaño.     Y, además,   les  habían  echado
             una mano a los dos niños.



             De manera que, a la mañana siguiente, Zuffu y
             Selim  oyeron   hablar  de  Rahmi,   del  viejo  Ah-
             met y del  rebaño de cabras blancas.    Como    pa-
             recía  su  última  oportunidad,  corrieron  a  casa
             de  Rahmi,   que  les  recibió  protestando  porque
             ya  empezaba    a  dolerle  la  monedita  que  iba  a
             tener que darles el domingo.



             Cuando    Zuffu  le  agradeció  que  les  proporcio-
             nara trabajo, el hombre gruñó:

             —No te alegres tan deprisa.     Todavía no he di-
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