Page 87 - El toque de Midas
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clientes y la gente que colabora conmigo me interesan mucho y creo que eso es fundamental porque,
  como ya dijo Robert, si no hay un vínculo, entonces no construyes relaciones con los demás y todo se
  vuelve una transacción monetaria. Los vínculos son un factor esencial para construir tu reputación, la

  cual debe ocupar un lugar privilegiado en tu mente desde que comienzas a darle forma a tu marca.
        Como mucha gente sabe, tengo fama de ser muy honesto y, en ocasiones, crudo. Soy así porque
  nunca  le  he  encontrado  sentido  a  comportarse  de  una  manera  muy  diplomática  si,  finalmente,  el
  problema es que estás equivocado. Yo digo lo que pienso, y eso tal vez me resta popularidad en

  algunos círculos, pero la verdad es que no puedo ser hipócrita. Pero ojo, no estoy diciendo que me
  gusta llevar la contraria sólo por gusto. Soy reconocido por ser un gran negociante, y eso significa
  que soy capaz de ponerme en los zapatos de la otra persona con el objetivo de llegar a un acuerdo
  que sea benéfico para todas las partes. Así que hay una línea muy delgada por la que tienes que

  caminar cuando eres empresario, y esa situación también es aplicable a la vida y a cualquier otro
  tipo de negociación. Por todo lo anterior, siempre trato de ser muy cauteloso.
        Te daré un ejemplo. En el número 40 de Wall Street, en el Distrito Financiero, tengo un edificio
  genial. Es el más alto de la zona sur de Manhattan y su belleza es extraordinaria. Tuve el ojo puesto

  en ese edificio durante muchos años antes de intentar comprarlo, y cuando lo hice, pagué un millón de
  dólares  por  él.  Esperé  mucho  tiempo  para  que  llegara  el  momento  indicado,  pero  ahora  se  le
  considera uno de los mejores tratos de bienes raíces hechos en Nueva York. Debo decir que no fue
  una historia de éxito instantáneo. Pasó tanto tiempo que me desesperé, y en algún momento pregunté a

  los  dueños,  quienes  lo  habían comprado  a  principios  de  los  noventa,  si  les  interesaba  asociarse
  conmigo. Sin embargo, lo que ellos querían era convertir el edificio en el equivalente, en esa zona,
  de la Torre Trump. Incluso tenían el plan de construir un atrio igual al de la torre, pero nunca se
  pusieron a pensar qué harían con las columnas de acero que sostenían los 72 pisos. La estructura del

  edificio de Wall Street requería de las columnas para sostener el peso, por lo que la idea de un atrio
  no era factible. Sin embargo, el hecho de que estuvieran tan confundidos, me dio algo de esperanza.
  Era demasiado obvio que no sabían lo que estaban haciendo.
        Como  era  de  esperarse,  los  dueños  quisieron  vender  tres  años  después,  en  1995,  y  eso  me

  colocó a mí en posición privilegiada. Aceptaron mis términos sin un solo pero, y el edificio en el
  número 40 de Wall Street pasó a ser de mi propiedad. Entonces viajé a Alemania para reunirme con
  Walter  Hinneberg restructurar  el  contrato  de  renta  que  los  dueños  tenían  con  él.  Había  muchos
  detalles. Uno era decidir si el edificio sería una propiedad residencial (todo mundo me aconsejó

  eso), o si debía mantener su estatus como edificio de oficinas. Mi instinto me sugirió ir por el camino
  de las oficinas, resultó ser un gran éxito. Además, es un lugar precioso; el edificio más alto del sur de
  Manhattan. Desde el principio supe que sería una adición genial al grupo de rascacielos de la marca
  Trump, con el tiempo descubrí que estaba en lo correcto.

        Debo  mencionar  que  se  requiere  de  mucho  trabajo enfoque  para  conocer  bien  tu  marca  y
  mantenerla  intacta  aun  con  el  paso  del  tiempo. Yo,  en  lo  personal,  tengo  una  gran  capacidad  de
  enfoque porque, en el descalabro financiero que sufrí en la década de los noventa, la lección más
  importante fue que debía mantener mi concentración. El enfoque fue el tema del capítulo anterior, lo

  que representa el dedo índice. En aquel entonces yo había perdido el enfoque y los resultados fueron
  demasiado obvios. Me la pasaba asistiendo a los desfiles de modas en París, viajando por el mundo
  y socializando, pero no trabajaba como debí hacerlo. Digamos que me hice un poco holgazán. La
  última llamada de atención fue cuando Wall Street Journal y New York Times  presentaron sendos
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