Page 127 - Luna de Plutón
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—¿Dónde está mi padre?
—Lo están interrogando en este momento.
La niña tenía miedo de ir a verlo, de hablar con él. Se sentía miserable. Los ogros
creían que por su culpa todo había sucedido.
La niña pensaba ofrecer su vida, si con eso pudiera regresar al tiempo. «Si pudiera
regresar solo una semana. Prometo que acabaría con mi vida, me mataría yo misma, y
así no sucederá nada, así las cosas estarán mejor».
«Quiero morir».
—Quiero estar con mi padre.
—Lo están interrogando, no querrías estar en ese lugar ahora, Claudia.
La cara de la ogro se arrugó, sintiéndose miserable.
—No, quiero estar con él.
—Igual, no te dejarían pasar a la sala. Ya te llamarán.
Calizo comprobó lo limpio que habían quedado sus anteojos fijando la figura de
Claudia en ellos, colocando los espejuelos cerca de su cara. La niña lucía cabizbaja, de
espaldas.
—Igual, Metallus no se irá sin darle su merecido a todos los jueces; han cometido
el error de ponerlo a declarar frente a un micrófono, los debe estar dejando sordos
ahora.
La niña no pudo evitar sonreír. La puerta se abrió hasta la mitad y, entre la
apertura, se asomó el medio cuerpo de un ogro.
—Ya la están llamando.
Calizo se puso de pie y colocó una mano en el hombro de Claudia.
—Vamos.
Entrar a la sala principal de la Hermandad era como andar por la antesala de
paredes pedregosas que tienen que seguir los gladiadores, para salir a la arena donde
los espera una muerte casi segura, pero con diferencias notables: los arcos eran tan
altos como rascacielos y hechos de marfil. El suelo era del mismo material, pero
completamente blanco, tanto que incluso parecía relucir, iluminado por una luz que se
fusionaba con todo el lugar. Era tan espacioso que Claudia se sentía como una
hormiga caminando en el medio de la calle y, en efecto, en escala, el lugar era así de