Page 125 - Luna de Plutón
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Apenas  Calizo  terminó  de  pronunciar  esas  últimas  palabras,  Claudia  sintió,  por

  segunda vez en su vida, ganas de morir. Sintió terror.
       —Yo vi el cuerpo de Kannongorff en el tren aéreo, en Plutón —musitó, con voz

  fría—, no en la Herschel Magnatino.

       —Los muertos no pueden infiltrarse dentro de una nave espacial, Claudia.

       El silencio que siguió a continuación estuvo cargado de pesadillas invisibles.
       Esta vez fue el ogro quien abrazó a la niña, con fuerza.

       —No  tenemos  mucho  tiempo  —dijo,  mientras  la  sujetaba  en  sus  brazos—.  Sea

  cual sea la verdad, los jueces van a sacar una determinación por sí mismos, la más

  lógica.  Y  la  más  lógica  es  condenar  a  tu  padre  y  disolver  por  siempre  el  reino  de
  Ogroroland.  Yo  también  tengo  miedo,  si  quieres  saber  la  verdad,  estoy  aterrado,  y

  todo  lo  que  nos  queda  es  reconocer  lo  que  ellos,  los  jueces,  quieren  que

  reconozcamos,  a  fin  de  que  la  condena  sea  un  poco  más  leve.  Nos  acusan  de
  magnicidio y terrorismo.

       —Solo he logrado causar más problemas, cuando todo lo que quise fue ayudar a

  resolverlos —gimió, llorando y pegando su cara al hombro de Calizo—. Pues sí. Pero
  nunca es tarde para ayudar, y si insistes en que el cretino inútil de Kannongorff murió

  en el tren aéreo pues bien, que así sea, pero si sabes algo más, Claudia, por favor,

  dímelo.

       La niña se quedó tiesa, impávida.
       —¿Dónde está Knaach?

       —¿Knaach? ¿Quién es él?

       —Es un león, me acompañó durante todo el camino.

       Calizo  dejó  entrever,  con  el  gesto  en  su  cara,  que  sintió  más  desilusión  e
  intranquilidad que la que ya tenía.

       —No, Claudia…

       —¿Cómo llegué hasta acá? ¿Cuándo me encontraron?
       —Los mismos soldados de la nave, ellos te salvaron a último minuto.

       —¿Y no analizaron el cuerpo de Gargajo? Si le realizan una autopsia puede ser

  que  determinen  la  verdad,  que  murió  cuando  el  hombre  que  se  metió  dentro  de  la

  nave lo mató.
       —Imposible, mi niña… El cuerpo de Gargajo se perdió.

       —¿Se perdió? —gritó, poniéndose de pie—. ¡Medía como sesenta metros, Calizo!

       —Sí,  eso  escuché,  créeme  que  todos  nos  quedamos  de  piedra  cuando  supimos

  cómo era en verdad. Pero a lo que me refiero es que no pudieron sacar el cadáver del
  lugar, el cual explotó poco después de que te sacaron a ti. El emperador Gargajo, o lo
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