Page 155 - Luna de Plutón
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Knaach quiso decir algo, quiso responder, pero no le salieron palabras de la boca,

  no  se  le  ocurrió  al  momento  nada  lo  suficientemente  irrebatible  para  mandarlos  a
  callar, por lo que muy a su pesar, guardó silencio. Siguió otro largo momento en el

  que  nadie  dijo  nada,  y,  nuevamente,  fue  Pisis  la  que  rompió  con  la  monotonía

  colocándose de rodillas sobre su asiento, dándose la vuelta y apartando la cortina que

  revelaba  el  vidrio  con  vista  al  exterior;  las  espaldas  del  anciano  mayordomo  y  su
  padre, y la larga fila de caballos corriendo más adelante.

       —Y dale que te dale con hablar.

       Hathor hizo lo mismo que su hermana y vio a través de la ventanilla.

       —Sip, y además, ya salimos de Hamíl hace rato, ¿a dónde nos llevan?
       —A un lugar adecuado para hacer un hermoso picnic —respondió Hermoso.

       —¡Ufa! Pero es demasiado lejos.

       —Tepemkau  piensa  que  debes  correr  la  tela  otra  vez,  no  vaya  a  ser  que  papá
  Panék vea que estamos humeando.

       —Husmeando —lo corrigió Knaach.

       —Realmente no me parece que debas hacer eso con el chico…
       El león vio a Precioso con destemplada impetuosidad.

       —¿A qué te refieres?

       —A  tomarte  la  libertad  de  corregir  al  pequeño,  creo  que  eso  debería  hacerlo  el

  padre, que es la persona más adecuada para velar por la prosa verbal del nene.
       —Así es —remató Hermoso.

       Knaach giró los ojos, manifestando abiertamente su antipatía por ambos.

       —Imbéciles —musitó.

       —¿Q… Qué? ¿Qué has dicho? —gimió Hermoso, abriendo los ojos como platos
  —. ¡Repítelo! ¡Repite lo que acabas de decir!

       Precioso  se  sacudió  los  lentes  de  sol  involuntariamente  y  colocó  ambas  patas

  sobre su amigo.
       —¡Calma, Hermoso, calma! ¡Déjalo!

       —¡¡Repite eso que acabas de decir!! —chilló otra vez, con la melena erizada—.

  ¡Repítelo si te atreves!!

       —¡No lo mates, Hermoso, no lo mates! ¡Perdónalo, que es solo un rufián!
       Knaach lo veía fijamente con los ojos entrecerrados y una sonrisa en el hocico,

  mientras sacudía su melena, altanero. Los niños veían la escena intentando no reírse.

       —¡Retira  lo  que  has  dicho!  —le  gritó  Precioso,  mientras  sujetaba  vanamente  a

  Hermoso,  quien  siquiera  había  intentado  moverse—.  ¡Retira  lo  que  has  dicho  y
  discúlpate YA mismo!
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