Page 162 - Luna de Plutón
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oscuro y fantasmal, envuelto en sábanas espectrales. Knaach observó que, desde que
la lluvia había alcanzado la carreta, y las gotas golpeaban el vidrio, los niños no
habían dicho ni una sola palabra. El león, a la vez, se sintió preocupado por el
mayordomo y por Panék, pues estos se hallaban a la intemperie.
—¿Dices que les va a dar gripe por estar allá afuera, en la lluvia? —preguntó
Hathor, viendo al león con extrañeza—. ¿Qué es gripe? ¿Con qué se come eso?
Supo entonces que tal vez, aun cuando su vida fuera extraordinariamente larga, no
dejaría de aprender, cada día, algo fascinante sobre la casi inquebrantable salud de los
elfos. Aquello, que le dio que pensar, hizo que su viaje de regreso se hiciera más
corto.
—Hemos escogido un lamentable momento para hacer un picnic, lo sentimos
mucho, chicos. Les prometemos que lo resarciremos en otra oportunidad —les gritó el
mayordomo desde la carroza, habiéndolos dejado en la puerta de la casa.
El chaparrón había dejado completamente húmedas las largas trenzas de los
cabellos del anciano, así como también a su elegante traje negro de alas largas. Los
niños lo saludaron e, inmediatamente, escoltados por el padre, entraron a la casa.
Panék preparó unas mantas y unos suéteres especiales a los chicos, especialmente
guardados para los días fríos. Mientras que en la cama de Knaach colocó esponjosos
cobertores extra. Gracias a que tenía leña cortada dentro de la casa, la colocó en la
chimenea y prendió fuego. Fue así como la familia pasó el resto de la mañana, en la
que no dejó de llover. El día había sido tan melancólico y tan gris, que los niños
habían permanecido por horas en silencio. Panék estaba sentado en una cómoda
frente a la chimenea, con unos anteojos puestos, leyendo un grueso libro. Knaach vio
por la ventana y había sido la primera vez, desde su llegada a Titán, que escudriñó el
cielo y no encontró la silueta de Saturno en el cielo durante el horario del día. Se
preguntó también si aquello significaría alguna especie de signo de mal agüero para
los elfos, pues desde que la tormenta comenzó, sintió que el ambiente se había vuelto
decididamente silencioso.
De cena, el padre sirvió una sopa caliente acompañada con té, y rato después, le
ordenó a los niños que se acostaran a dormir. Cuando el león entró a la habitación,
después de estar acostado un rato cerca de la chimenea, le produjo gracia ver a Hathor