Page 168 - Luna de Plutón
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correr todo recto hasta el final.
—No… No conocíamos todo esto, y nos da mi… miedo —gimió el otro.
Knaach apretó los dientes, y levantó la mirada para ver a Pisis y Tepemkau,
quienes, por la expresión en sus rostros, tampoco parecían muy dispuestos a regresar
de vuelta al refugio.
—Entonces entren todos conmigo, no quiero que se queden aquí.
Dicho esto, el león saltó adentro. Casi al segundo, descendieron tras él los
hermanos, y, rato después, entró Precioso, metiendo primero una pata, luego la otra,
después medio cuerpo, y luego la otra mitad. Quedó guindando con sus garras hasta
resbalar y caer pesadamente de medio lado. Hermoso entró de una forma bastante
parecida. Una vez que estuvieron todos adentro, una compuerta metálica, haciendo un
sonido electrónico, selló la entrada.
—¡HATHOR! —rugió Knaach.
Sin embargo, tanto adelante como detrás, los pasillos, que se perdían de la vista
describiendo una lejana curva, parecían incluso más largos que los de arriba. En el
techo, había paneles de luz y monitores que mostraban un mapa electrónico del lugar,
representado por millares de datos y un entrelazado fosforescente de líneas azules,
verdes y rojas. Entre las paredes se hallaban compuertas de ventilación, que dejaban
escapar una fría neblina blanca.
—Por el amor de dios, ¿dónde estamos? ¿Qué es este lugar? —articuló a duras
penas Hermoso, viendo hacia los lados.
—¿Ustedes no sabían de este lugar? ¿Nunca se dieron cuenta? —les preguntó
Pisis, mientras tocaba las láminas de platino de las que estaban hechas las paredes.
—¡N-no! He… Hemos visto a mucha gente entrar y, y, sa… salir del sótano del
pa… palacio, incluso Kann, pero él, él nunca nos informó sobre es… esto.
Del techo, emergió una fría voz femenina.
Tripulación, por favor, ocupar sus puestos, repito: tripulación, por favor, ocupar
sus puestos. La Anubis se prepara a despegar en 10, 9, 8…
Justo cuando el último elfo de la fila, un policía, quien tenía una túnica negra y un
sombrero señorial alto y largo, se disponía a descender a la entrada del refugio a
través de la fuente de la ciudad, después de escudriñar aquí y allá para cerciorarse de