Page 188 - Luna de Plutón
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de la voz de Metallus, todos los elfos en la cabina de La Anubis quedaron congelados)
… deberías tener en cuenta todo lo que pasó en Iapetus, nuestro hogar, después de esa
tragedia. ¡La influencia de ustedes, los elfos, destrozó nuestra luna, mató de hambre a
casi más de la mitad de mi población y nos trajo miseria! ¡Sufrimos una invasión
infinitamente más larga y dolorosa que la que nosotros le hicimos sufrir a ustedes! ¡Si
eso no te parece suficiente venganza, si tanta sangre y tanta miseria no te alivia, no te
hace perdonar, entonces eso significa que estoy por enfrentarme a un enfermo! ¡Y por
ello, buena parte de mi confianza se asienta en que a diferencia de aquella oportunidad
en la que nos vimos enfrentados hace tantos años, yo soy el que está en la posición de
la justicia en que estuvo tu esposa ante mí, y tú en cambio te hallas en la que yo
estuve! ¡¡Y ese, aquí frente a tu hogar, es el augurio para mi victoria!!
La comunicación se cortó justo en aquel instante.
—¡Preparen las máquinas! ¡Entramos en combate!
Los ogros profirieron gritos de aprobación, al unísono, todos abrocharon sus
cinturones, levantaron palanquitas en zigzag en grandes paneles electrónicos con
magistral sincronía, y se prepararon para la batalla.
La Tungstenio se cubrió, lentamente, de un haz de luz azul, un campo de energía
brillante, y empezó a moverse con opulencia hacia el frente, de modo que por un
momento, ambas naves estuvieron a punto de colisionar. El gigantesco plato se
levantó de medio lado, como si de pronto se convirtiera en una rueda en una autopista
imaginaria en el espacio, y pasó a un lado de La Anubis.
—¡Shah, la Tungstenio está detrás de nosotros!
—Su forma circular le da cierta ventaja táctica —acuñó Degauss—. Aunque
podemos atacarlos aun estando de espaldas a ellos, no podemos permitir que lo hagan
todo el tiempo, Shah.
—Bien, entonces no volverá a suceder —contestó Panék—. ¡Disparen los
proyectiles láser!
El rugido magnético, la resonancia infernal de ambas naves parecía, por
momentos, demasiado alta para que el universo no se quebrase como un espejo.
La Anubis empezó a girarse. Su morro, coronada por una cabeza parecida a la de
un lobo, se veía recubierta de fuego. Del lomo de la enorme bestia se disparó una
multitud de líneas doradas, como rayas puestas una al lado de otra. Eran por lo menos
veinte. Todas fueron contenidas por el campo de fuerza de la Tungstenio, que por
momentos refulgió en un halo verde, alterándola y produciendo varios destellos,
como poner una mano sobre una esfera eléctrica. La respuesta fue inmediata: de la
Tungstenio salió un proyectil ovalado, como un cometa, que se estrelló directamente