Page 265 - Luna de Plutón
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desahuciados.
—Disparen. Disparen otra vez —gimió, arrojando otro puñetazo al suelo—.
Dispárenles más torpedos. ¡Disparen! ¡¡Disparen!!
Cerró los ojos y apretó los dientes, solo para ver a sus hijos desfilar como figuras
grises, lejos de él.
—Disparen… —gimió.
El copiloto se sentó sobre su silla, observando la pantalla, y preparando otros dos
torpedos contra la Parca Imperial.
Degauss se puso en cuclillas, tirando del hombro de Panék, para verlo a la cara.
—Hathor está en la nave, Panék, yo lo subí. No quería decírtelo hasta que fuera
necesaria su presencia.
—¡No me importa! —rugió—. ¡Hathor no es mi hijo!
Dicho esto, apartó bruscamente a Degauss y se sentó de vuelta en su silla.
—¡Lo mismo de antes! ¡El 70% de la potencia de la nave sobre los motores!
¡Comuniquen a la Bahía de Torpedos que se preparen! ¡Vamos a lanzarlos todos!
¡Quiero que busquen una manera de arrojar cuatro al mismo tiempo, sin poner en
riesgo la energía extra que necesitamos para mantener la distancia!
—¡Shah, recibimos un llamado! ¡Viene de la Parca Imperial, Hallyfax quiere
hablar con usted!
—¡IGNÓRELO!
—No. Reciba el llamado, Ingeniero —interrumpió Degauss—. Colóquelo.
El Ingeniero de Comunicaciones, con la frente llena de sudor, observó con miedo
primero a Degauss y luego a Panék. Alargó una mano y presionó el botón, recibiendo
la llamada de la Parca Imperial.
—Les habla Meinhardt Hallyfax. Nuestras computadoras indican que hay
sobrevivientes en Hamíl. Al parecer, la mayoría se hallaba en una base subterránea.
¿Me equivoco, Shah? Panék se puso de pie, observando el comunicador.
—El silencio me dice que no. La computadora ha detectado sobrevivientes allá
abajo. Lo voy a dejar claro, elfos: si se entregan ahora sin maniobras, sin trucos, sin
plazos extra y sin idioteces todos seremos felices. De lo contrario, voy a disparar otra
vez contra su pueblo, y todo lo que va a quedar es un cráter. Les dejo un par de
minutos para decidir. Oh, y Shah, si yo fuera usted, desistiría de los torpedos, no es
por ofender su posición como líder, pero créame si le digo que está usted optando por
una maniobra equivalente a tratar de matar a un toro a pellizcos. Hasta luego.
La tripulación observó a su Shah, a la espera de una orden. Tal como todos lo
imaginaron, este decidió no ceder.