Page 267 - Luna de Plutón
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cuenta, poco a poco, de lo extraño de su propia pregunta.
—Capitán, la nave élfica se ha colocado encima de nosotros.
Meinhardt Hallyfax parecía una gárgola hecha en la forma de un hombre: estaba
quieto, como si fuese de cemento, y tenía ambas manos apoyadas sobre las piernas.
Demoró en responder.
—Lo sé. Y ese ha sido su peor error. Apaguen las luces.
La cabina de la nave se puso a oscuras, de modo que, nuevamente, parecía un
universo encerrado dentro del universo real: no había nada en la negrura más que dos
paredes, un techo lleno de lucecitas amarillas y monitores reflejando órbitas
holográficas. Los oficiales, como niños hipnotizados, apoyaron sus cabezas a los
tableros, y colocaron sus brazos sobre ellas, resguardándose.
Hallyfax se puso de pie, desenroscando los espejuelos negros de sus ojos… Desde
que Degauss le había pedido que abordara La Anubis, Hathor se hallaba en todo
momento al lado de Knaach, como si el león fuese su guardián máximo. Si el felino
no hubiese estado dispuesto a acompañarlo apenas él lo pidió con los ojos, tal vez el
chico no hubiese reunido el valor suficiente para abordarla una segunda vez. Hathor
no había visto todavía el tamaño de la Parca Imperial, no le había producido ninguna
curiosidad asomarse por alguna ventanilla para atestiguarlo, porque un sentido
inédito, mucho más potente, completo, amplio y poderoso que el de la vista de los
seres comunes se lo había confirmado desde mucho antes. Ahora, además, sabía que
estaban volando sobre el monstruo, y sabía también que este había disparado contra
Hamíl. Toda la información se la iba diciendo a Knaach, con tranquilidad, como si
estuviese dentro de un trance. Este, a su vez, quiso hacer uso de toda la estoicidad
habida dentro de su cuerpo para mantener la calma y no pensar en Claudia, quien se
hallaba allá abajo. Para ello apoyaba el peso de sus preocupaciones sobre un
consuelo: el refugio de los elfos, del cual había oído que poseía una resistencia
formidable, y que precisamente estaba construido para ese tipo de ataques. El chico se
apoyó a la pared y se dejó caer arrastrando la espalda, levantando las rodillas y
pasando sus brazos alrededor de estas. Su mirada parecía desorbitada.