Page 290 - Luna de Plutón
P. 290

Panék se hizo a un lado, como si estuviese develando a Amén ante todos.

       —Pero algo no queda claro, y se trata de la segunda pregunta de Claudia… —
  observó Rockengard, aclarándose la garganta, y forzándose a no dejarse perder en las

  palabras  de  Panék—.  Hay  algo  que  yo  deduzco  y  comprendo  bastante  bien,  aun

  cuando no vengo de una civilización remotamente tan avanzada… Y es que al señor

  Amén debió dársele como regla que no interviniera en los asuntos de las demás razas.
  ¿Por qué ha decidido ayudarnos?

       —Por una probabilidad que he calculado, y que es de aproximadamente de miles

  de billones en una, estratega —respondió Panék, sorprendido por la agudeza del ogro

  —. De todos, los osirianos escogieron a un tipo que… Resultó ser una oveja negra,
  una mala semilla.

       —Miles de millones en una, sí… Sería acertado decirlo —prosiguió Rockengard

  —. Y supongo que además, para sumar todavía más a lo que ya ha hecho, tuvo un
  hijo con alguien, que es el chico que vemos aquí. No cabe duda de que pasan cosas

  formidables…

       Amén se rio a viva voz, viendo a Hathor, que a su vez, le dirigía una mirada de
  odio.

       Knaach, dentro de su cabeza, supo de inmediato que, aun a expensas de poner en

  juicio su mismísima existencia, Hathor comprendía que su padre había cometido un

  error.
       —La primera noche en que Amén hizo contacto conmigo y con mi esposa, Marion

  —prosiguió  Panék,  lentamente—,  nos  dejó  a  un  bebé  sin  nombre,  al  que  luego  yo

  bauticé como Hathor. Él regresaba todas las noches para ver cómo seguía el niño, y

  durante esas visitas, nos explicó quién era. Después de un año, esas visitas empezaron
  a  hacerse  cada  vez  menos  frecuentes,  hasta  que  podía  pasar  años  sin  verlo.  Crie  a

  Hathor como a un hijo y lo sigo considerando uno. Le enseñé a hacer todas las cosas

  que hacían los chicos comunes, inclusive dormir y comer, no para resguardarlo de los
  otros elfos, quienes le hubiesen dado la bienvenida de igual forma, sino para hacer

  que él no se sintiera aislado, y para proseguir yo mismo de algún modo con el deseo

  de los osirianos de no intervenir de ninguna forma posible con el transcurso de los

  acontecimientos  de  nuestra  civilización  «joven».  Pero  con  el  tiempo,  hasta  para  el
  mismo Hathor se hizo evidente su diferencia con las demás personas. No solo por sus

  poderes,  sino  por  su  inteligencia,  su  modo  de  razonar.  Todas  esas  virtudes  se

  acentuarán enormemente conforme llegue su adolescencia.

       Claudia volvió a levantar la mano.
       —¿Y qué es esa enorme bola que lleva consigo a todos lados?
   285   286   287   288   289   290   291   292   293   294   295