Page 96 - Luna de Plutón
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DESPERTAR
—Eyy, está abriendo los ojos.
—Sí, ¡que ya los abre, que ya los abre! ¡Míralo!
—¡Ufa! Hasta que por fin… ¡Hathor, el bicho ya despertó!
La voz histriónica de un niño se escuchó fuera de la casa, tras una palmera.
—¿Despertó? ¡Weii!
El chico, de cabellos amarillos, piel tostada por el sol, ojos grandes color azul
claro y orejas puntiagudas que sobresalían sobre su melena como dos cuernos,
atravesó el jardín y se arrojó por la ventana, zumbándose como un avión, aterrizando
sobre el estómago de Knaach, que hasta entonces había estado durmiendo en una
hamaca, boca arriba.
El león gimió y movió las patas, como si estuviese pedaleando una bicicleta,
abriendo los ojos de nuevo. Hathor parecía una pulga gigante abrazada a él.
Intentando ganar oxígeno inútilmente, solo logró hacer una pregunta entonada con
voz patética.
—¿Dónde estoy?
La niña bajita y el niño más alto que habían estado hablando delante de él tenían
los mismos rasgos, las mismas orejas, y los mismos cabellos color amarillo. Hathor
parecía ser el del medio y, a la vez, el más fastidioso.
—¡Ufa! ¡No sabes cómo se ha enojado papá cuando la cápsula destrozó su
observatorio! Caíste de picada sobre la cúpula y partiste en dos el telescopio —explicó
la pequeña, haciendo mímica con las manos.
—Pero te hemos sacado de la cápsula y te hemos estado dando de beber todos
estos días, y te hemos cuidado también, hasta tenías piojos y todo, que te sacamos
usando un cincel y un cuchillo. Tepemkau quería afeitarte la melena —dijo el chico,
señalándose a sí mismo con el dedo pulgar— pero Hathor y Pisis lo convencieron de
que tal vez eso te haría enojar.
Knaach empezó a sentir que habría preferido despertar en la cápsula, flotando en
medio del espacio. El pequeño elfo lo apretaba con mayor y mayor fuerza.
—Pero ahora te tenemos con nosotros —repuso Hathor— y serás muy feliz una
vez que asimiles nuestras costumbres.
—Esta tarde habrá una guerra de cocos prendidos en fuego, ¡no podías haber