Page 96 - Luna de Plutón
P. 96

11



                                                   DESPERTAR





       —Eyy, está abriendo los ojos.
       —Sí, ¡que ya los abre, que ya los abre! ¡Míralo!

       —¡Ufa! Hasta que por fin… ¡Hathor, el bicho ya despertó!

       La voz histriónica de un niño se escuchó fuera de la casa, tras una palmera.

       —¿Despertó? ¡Weii!
       El  chico,  de  cabellos  amarillos,  piel  tostada  por  el  sol,  ojos  grandes  color  azul

  claro  y  orejas  puntiagudas  que  sobresalían  sobre  su  melena  como  dos  cuernos,

  atravesó el jardín y se arrojó por la ventana, zumbándose como un avión, aterrizando
  sobre  el  estómago  de  Knaach,  que  hasta  entonces  había  estado  durmiendo  en  una

  hamaca, boca arriba.

       El  león  gimió  y  movió  las  patas,  como  si  estuviese  pedaleando  una  bicicleta,

  abriendo  los  ojos  de  nuevo.  Hathor  parecía  una  pulga  gigante  abrazada  a  él.
  Intentando  ganar  oxígeno  inútilmente,  solo  logró  hacer  una  pregunta  entonada  con

  voz patética.

       —¿Dónde estoy?

       La niña bajita y el niño más alto que habían estado hablando delante de él tenían
  los mismos rasgos, las mismas orejas, y los mismos cabellos color amarillo. Hathor

  parecía ser el del medio y, a la vez, el más fastidioso.

       —¡Ufa!  ¡No  sabes  cómo  se  ha  enojado  papá  cuando  la  cápsula  destrozó  su
  observatorio! Caíste de picada sobre la cúpula y partiste en dos el telescopio —explicó

  la pequeña, haciendo mímica con las manos.

       —Pero te hemos sacado de la cápsula y te hemos estado dando de beber todos
  estos días, y te hemos cuidado también, hasta tenías piojos y todo, que te sacamos

  usando un cincel y un cuchillo. Tepemkau quería afeitarte la melena —dijo el chico,

  señalándose a sí mismo con el dedo pulgar— pero Hathor y Pisis lo convencieron de

  que tal vez eso te haría enojar.
       Knaach empezó a sentir que habría preferido despertar en la cápsula, flotando en

  medio del espacio. El pequeño elfo lo apretaba con mayor y mayor fuerza.

       —Pero ahora te tenemos con nosotros —repuso Hathor— y serás muy feliz una

  vez que asimiles nuestras costumbres.
       —Esta  tarde  habrá  una  guerra  de  cocos  prendidos  en  fuego,  ¡no  podías  haber
   91   92   93   94   95   96   97   98   99   100   101