Page 98 - Luna de Plutón
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brisa era muy fresca y constante, el aire tan puro que limpiaba los pulmones a cada

  inhalación.
       El asmático regurgitar de un motor que cada vez se hacía más estridente lo sacó de

  su ensoñada fascinación.

       —¡Papá Panék! —gritó Pisis, levantando los brazos.

       El enorme tractor llevaba, como si fuese una mantis religiosa, dos descomunales
  tenazas,  y  cada  una  sostenía  una  rueda  llena  de  grandes  y  peligrosas  púas  que

  terminaban en un arco hacia abajo, como el pico de un halcón. Entre ambas ruedas

  había dos faros antiguos y redondos, que parecían los ojos de un insecto.

       —¡Papá Panék, papá Panék!
       Pisis, con su ajustado vestido indígena de corte sofisticado, pantalones cosidos de

  cuero y chaleco del mismo material, revoloteando por la brisa, salió corriendo como

  un pájaro en dirección al colosal tractor y se detuvo dificultosamente frente a una de
  las ruedas, a punto de perder el equilibrio, dando manotazos a los lados. Las púas, que

  eran más grandes que ella, bajaban centelleando a solo centímetros de la cara de la

  niña.
       Knaach abrió los ojos e involuntariamente arrancó el pasto debajo de sus patas,

  abriendo dos surcos.

       —¡CUIDADO! —rugió.
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