Page 235 - Cementerio de animales
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discretamente en el puño y los pasaba a su ayudante, que los metía en un paragüero,
colocado sobre el húmedo césped. La imagen era totalmente surrealista. Louis
sostenía el brazo de Rachel con la mano derecha y la enguantada mano de Ellie con la
izquierda. Ellie llevaba el vestido que estrenara para asistir al funeral de Norma
Crandall.
Jud se acercó cuando Louis abría la puerta del coche para que subieran sus dos
mujeres. También Jud parecía haber pasado mala noche.
—¿Estás bien, Louis?
Louis asintió.
Jud se inclinó hacia el interior del coche.
—¿Cómo estás, Rachel?
—Estoy bien, Jud —susurró ella.
Jud le tocó suavemente un hombro y miró a Ellie.
—¿Y tú qué dices, cariño?
—Muy bien —dijo Ellie con una horrenda sonrisa de tiburón que debía demostrar
lo bien que se sentía.
—¿Qué foto es ésa?
Por un momento, Louis pensó que ella se resistiría a enseñar la fotografía, pero la
niña, con timidez y tristeza, la pasó a Jud. Él sostuvo la cartulina entre sus gruesos
dedos, achatados y toscos, dedos que parecían apropiados para manejar las
transmisiones de las grandes locomotoras o enganchar y desenganchar vagones. Pero
aquellos dedos habían extraído un aguijón del cuello de Gage con la fácil habilidad
de un mago…, o de un cirujano.
—Ajá. ¡Qué bien! —dijo Jud—. Tú paseándole en trineo. Apuesto a que le
gustaba, ¿verdad, Ellie?
Ellie asintió, llorando.
Rachel fue a decir algo, pero Louis le oprimió el brazo; «Espera un momento».
—Yo le paseaba mucho —dijo Ellie, sin dejar de llorar—, y él se reía. Luego
entrábamos en casa y mamá nos preparaba leche con cacao y decía: «Guardar las
botas» y Gage cargaba con todo gritando: «¡Botas! ¡Botas!», tan fuerte que te dolían
los oídos. ¿Te acuerdas, mamá?
Rachel asintió.
—Sí, apuesto a que lo pasabais muy bien —dijo Jud devolviendo la foto a la niña
—. Pero aunque ahora esté muerto, tú podrás conservar siempre su recuerdo, Ellie.
—Es lo que pienso hacer —dijo ella, enjugándose las lágrimas—. Yo quería
mucho a Gage, Mr. Crandall.
—Eso ya lo sé, cariño. —Jud se inclinó para darle un beso y, al retirarse, miró con
dureza a Louis y Rachel. Ella sostuvo su mirada, desconcertada y un poco dolida, sin
comprender. Pero Louis comprendía perfectamente: «¿Qué estáis haciendo por ella?
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