Page 238 - Cementerio de animales
P. 238

presentes lo tomaran a mal, y optó por callarse.
               Rachel se desmoronó una sola vez, y allí estaba su madre para consolarla. Rachel
           lloró sobre el hombro de Dory Goldman con un abandono que le era imposible hallar

           junto a Louis quizá porque, a sus ojos, los dos tenían parte de culpa de la muerte de
           Gage, o porque Louis, extraviado en sus propias cábalas, no la estimulaba a buscar
           desahogo  junto  a  él.  Lo  cierto  era  que  Rachel  acudía  a  su  madre  en  busca  de

           consuelo, y Dory se lo procuraba de buen grado, y mezclaba sus lágrimas con las de
           su hija. Irwin Goldman, de pie detrás de ellas, con la mano en el hombro de Rachel,
           miraba a Louis con aire de triunfo.

               Ellie circulaba con una bandeja de canapés y pequeños emparedados atravesados
           por mondadientes. Debajo del brazo sostenía la fotografía de Gage.
               Louis  recibía  los  pésames  con  un  movimiento  de  cabeza  y  unas  palabras  de

           gratitud.  Y  si  su  mirada  parecía  ausente  y  sus  modales,  un  poco  fríos,  la  gente  lo
           atribuía a que estaba pensando en el pasado, en el accidente, en que ya no volvería a

           ver a Gage. Nadie (ni siquiera Jud) habría sospechado que Louis había empezado a
           pensar  en  la  estrategia  del  robo  de  tumbas…,  aunque  de  un  modo  puramente
           académico, por supuesto. No es que él se propusiera hacer nada. Era sólo una forma
           de distraerse.

               Él no se proponía hacer nada.
               Louis  paró  en  la  tienda  de  Orrington  Córner,  compró  dos  paquetes  de  seis

           cervezas  frescas  y  llamó  a  la  pizzería  Napoli,  para  encargar  una  de  pimientos  y
           champiñones.
               —¿Quiere dejar su nombre, señor?
               «Ozz, el Ggande y Teggible», pensó Louis.

               —Lou Creed.
               —Muy bien, Lou. Ahora estamos con mucho trabajo y quizá tardemos unos tres

           cuartos de hora, ¿le va bien?
               —Desde luego —dijo Louis colgando. Cuando volvió a subir al Civic y dio la
           vuelta a la llave de contacto, se le ocurrió que, entre las veinte pizzerías que había en
           la zona de Bangor, había ido a elegir la que estaba más cerca de Pleasantview, donde

           estaba  enterrado  Gage.  «¿Y  qué?  —se  preguntó,  inquieto—.  Hacen  muy  buenas
           pizzas, nada de pasta congelada. La amasan a la vista del público, tiran la masa al aire

           y la atrapan al vuelo, y Gage se reía…»
               Cortó el pensamiento.
               Pasó por delante del Napoli y continuó hasta Pleasantview. Sin duda, antes de

           salir de casa sabía ya que lo haría. ¿Y qué mal había en ello? Ninguno.
               Aparcó el coche al otro lado de la calle y cruzó la calzada en dirección a la verja
           de hierro forjado que brillaba a la última luz del día. Arriba, en un arco, letras de forja

           formaban la palabra PLEASANTVIEW. El cementerio, muy bien arreglado en forma




                                        www.lectulandia.com - Página 238
   233   234   235   236   237   238   239   240   241   242   243