Page 245 - Cementerio de animales
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—Quería colgarse en su garaje. Dice el periódico que está traumatizado y con
depresión…
—Lástima que no le dejaran —dijo Louis, furioso, pero su voz sonaba lejana
incluso a sus propios oídos, y tuvo un escalofrío. «El lugar tiene un maleficio,
Louis… Antes tuvo mucho poder y creo que vuelve a tenerlo.» Mi hijo ha muerto y él
está en la calle, con una fianza de mil dólares, y seguirá sintiéndose suicida y
deprimido hasta que un juez le retire el permiso durante noventa días y le imponga
una multa ridícula.
—Dice Missy que su mujer se ha ido de casa llevándose a los niños —dijo Rachel
con voz mortecina—. Eso no lo leyó en el periódico, sino que lo supo por el conocido
de uno que vive en Ellsworth. El del camión no estaba borracho. Ni drogado. Ni tenía
multas por exceso de velocidad. Dijo que cuando llegó a Ludlow sintió el impulso de
pisar a fondo el acelerador. Que ni siquiera sabe por qué. Es lo que se comenta por
ahí.
Sintió el impulso de pisar a fondo el acelerador.
«Ese lugar tiene poder…»
Louis ahuyentó aquellos pensamientos. Asiendo suavemente por el antebrazo a su
esposa, dijo:
—Llama a tus padres. Ahora mismo. Tú y Ellie no podéis quedaros en esta casa
ni un día más. Ni un día más.
—Pero no nos iremos sin ti —dijo ella—. Louis, yo quiero… Yo necesito que
sigamos juntos.
—Yo me reuniré con vosotros dentro de tres días…, cuatro a lo sumo. —Si todo
salía bien, Rachel y Ellie podían estar otra vez en casa al cabo de cuarenta y ocho
horas—. Tengo que buscar a un suplente, por lo menos para unas horas al día. Me
corresponden unos días de permiso, pero no quiero dejar solo a Surrendra. Jud puede
echarle una ojeada a la casa mientras estemos fuera, pero cortaré la electricidad y
guardaré la comida en el congelador de los Dandridge.
—El colegio de Ellie…
—Al cuerno el colegio. Además, dentro de tres semanas terminan las clases. Se
harán cargo, después de lo que ha pasado. Le darán una dispensa. Todo se arreglará…
—¿Louis?
Él se interrumpió.
—¿Qué?
—¿Qué me escondes?
—¿Esconder? —La miró de frente, con ojos diáfanos—. No sé a qué te refieres.
—¿No?
—No.
—Déjalo, es igual. Ahora mismo los llamo…, si eso es lo que deseas realmente.
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