Page 273 - Cementerio de animales
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—¿Que quieres… qué? —preguntó Dory otra vez—. Rachel, estás trastornada.
Una noche de descanso y…
Rachel sólo movió la cabeza. No podía explicar a su madre por qué tenía que
regresar. La decisión se alzó en ella del mismo modo que se levanta el viento: la
hierba empieza a temblar, la brisa es cada vez más fuerte, se turba la calma, luego ya
silban las ráfagas en los aleros y al poco tiembla toda la casa, y entonces te das cuenta
de que es un verdadero huracán y que, como siga aumentando su fuerza, van a
empezar a caer cosas.
Eran las seis de la tarde en Chicago. En Bangor, Louis empezaba su copiosa y
anodina cena. Rachel y Ellie apenas probaron bocado. Cada vez que Rachel levantaba
los ojos del plato se tropezaba con la mirada de su hija que le preguntaba qué pensaba
hacer para ayudar a papá, qué pensaba hacer.
Estaba alerta por si sonaba el teléfono, por si Jud llamaba para decirle que Louis
había vuelto y sonó una vez —ella dio un brinco y Ellie estuvo a punto de tirar el
vaso de leche—, pero era una señora del club de bridge de Dory, que preguntaba si
habían tenido buen viaje.
Estaban tomando café cuando Rachel soltó la servilleta bruscamente y dijo:
—Papá…, mamá…, lo siento, pero tengo que volver a casa. Si encuentro plaza en
un avión, me iré esta misma noche.
Sus padres la miraron con la boca abierta, pero Ellie cerró los ojos con una
expresión de alivio propia de una persona mayor. Hubiera resultado cómica, de no ser
por la palidez y crispación de su cara.
Ellos no comprendían, y Rachel no podía explicárselo, como tampoco hubiera
podido explicar por qué esos soplos de aire que apenas alcanzan a mover la hierba
pueden aumentar de fuerza hasta ser capaces de derribar una casa. Ella no creía que
Ellie hubiera oído por la radio la noticia de la muerte de Víctor Pascow y almacenado
la información en el subconsciente.
—Rachel, cariño… —Su madre hablaba melosamente, como el que se dirige a
una persona que sufre un histerismo pasajero pero peligroso—. Esto no es más que
una secuela de la muerte de tu hijo. Tú y Ellie estáis muy afectadas, y es natural. Pero
podrías derrumbarte si…
Rachel no le contestó. Se fue al teléfono del vestíbulo, buscó el número de Delta
en las Páginas Amarillas y marcó mientras Dory, a su lado, decía que debían pensarlo
y hablar más despacio, tal vez hacer una lista… Y Ellie, detrás de su abuela, la
miraba con su carita de angustia, y ahora con una leve esperanza que animaba a
Rachel.
—Delta Airlines —contestó una voz jovial—. Al aparato, Kim. ¿En qué puedo
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