Page 274 - Cementerio de animales
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servirle?
               —Me urge llegar a Bangor. ¿Podría hacer el viaje esta misma noche? Se trata…
           se trata de una emergencia. ¿Haría el favor de comprobar si hay enlaces?

               —Lo  miraré,  señora  —dijo  la  voz,  dubitativamente—.  Pero  hay  muy  poco
           margen.
               —Lo sé, pero le agradeceré que lo compruebe —dijo Rachel con la voz un poco

           ronca—. Aunque sea en lista de espera, cualquier cosa.
               —Está bien, señora. No se retire, por favor. —La línea quedó en silencio.
               Rachel cerró los ojos y, al momento, notó que en su brazo se posaba una mano

           fría. Al abrir los ojos, vio a Ellie a su lado. Irwin y Dory se mantenían a distancia,
           hablando en voz baja y mirándolas. «Así se mira a los que cree uno que están locos»,
           pensó Rachel con cansancio. Esbozó una sonrisa para Ellie.

               —No les hagas caso, mami —dijo la niña en voz baja.
               —Descuida, hermana mayor —dijo Rachel. E hizo una mueca de dolor. Así la

           llamaban desde que nació Gage. Pero ya no era hermana mayor de nadie.
               —Gracias —dijo Ellie.
               —Es muy importante, ¿verdad?
               Ellie asintió.

               —Mi vida, yo te creo. Pero me ayudaría mucho que me dijeras algo más. ¿Es sólo
           el sueño?

               —No —respondió Ellie—. Ahora… es todo. Es algo que me corre por todo el
           cuerpo. ¿No lo notas, mami? Es como…
               —Como un viento.
               Ellie suspiró entrecortadamente.

               —Pero ¿no sabes lo que es? ¿No recuerdas nada más de ese sueño?
               Ellie cerró los ojos tratando de recordar y movió la cabeza lentamente.

               —Papá. Church. Y Gage. ¡Pero no sé por qué están juntos!
               Rachel la abrazó fuertemente.
               —No pasará nada —dijo, pero la opresión del pecho no se le aliviaba.
               —Oiga señora… —dijo el empleado de la oficina de reserva de pasajes.

               —Diga… —Rachel oprimió con más fuerza el teléfono y a su hija.
               —Me parece que podré ponerla en Bangor, señora. Pero llegará muy tarde.

               —Eso no importa —dijo Rachel.
               —¿Tiene un lápiz a mano? Es complicado.
               —Sí;  ya  puede  empezar  —dijo  Rachel,  sacando  un  cabo  de  lápiz  del  cajón  y

           disponiéndose a tomar nota en el dorso de un sobre.
               Rachel  escuchó  atentamente  y  lo  anotó  todo.  Cuando  el  empleado  acabó  de
           hablar,  ella  sonrió  un  poco  y  formó  una  O  con  el  índice  y  el  pulgar,  para  dar  a

           entender a Ellie que todo saldría bien. Probablemente saldría bien, rectificó. Algunos




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