Page 282 - Cementerio de animales
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de su propio corazón inquieto?
               Recordó las estelas de Pet Sematary, aquellos toscos círculos que iban cerrándose
           en espiral en torno al Misterio, y volvió a sentir aquella serena frialdad. ¿Qué hacía

           allí parado, tratando de rememorar la cara de Gage?
               Muy pronto podría verla.




                                                            * * *


               Allí  estaba  ya  la  lápida.  Sólo  tenía  grabado  el  nombre,  GAGE  WILLIAM

           CREED, y las dos fechas. Alguien había estado allí aquel mismo día; había flores
           frescas. ¿Quién? ¿Missy Dandridge?
               El corazón le latía con fuerza, pero despacio. Bien, ya estaba allí. Si iba a hacerlo,

           sería  mejor  poner  manos  a  la  obra.  No  podía  perder  tiempo.  La  noche  tenía  que
           acabar, y llegaría el día.
               Louis recapacitó por última vez y descubrió que sí, que estaba decidido a seguir

           adelante. Asintió casi imperceptiblemente y metió la mano en el bolsillo para sacar el
           cuchillo. Había ceñido el paquete con cinta adhesiva que ahora cortó. Desenrolló la
           lona al pie de la tumba y dispuso los útiles del mismo modo que hubiera ordenado el

           instrumental antes de suturar una herida o hacer una pequeña intervención.
               La  linterna  con  la  lente  cubierta  con  un  fieltro,  tal  como  le  sugiriera  el
           dependiente. El fieltro también estaba sujeto con cinta adhesiva. Con ayuda de una

           moneda de un centavo, había cortado un círculo en el centro con el escalpelo. El pico
           de mango corto que seguramente no necesitaría; sólo lo trajo por precaución, ya que
           no  tendría  que  levantar  una  bóveda  sellada  ni  encontraría  rocas  en  una  tumba  tan

           reciente. La pala, el azadón, la cuerda y los guantes. Se puso los guantes, agarró el
           azadón y empezó.
               La tierra estaba blanda y se removía fácilmente. El contorno de la tumba estaba

           bien  definido  y  la  tierra  que  extraía  era  más  esponjosa  que  la  de  los  bordes.  Casi
           automáticamente, Louis comparó la facilidad de esta excavación con el esfuerzo que

           le costaría hincar el pico en el suelo árido y rocoso del lugar en el que, si todo iba
           bien, aquella misma noche enterraría a su hijo. Allí arriba tendría que bregar. Luego,
           trató de no seguir pensando. Era un engorro.
               Amontonaba la tierra a la izquierda de la tumba, moviéndose con un ritmo regular

           que se hacía más difícil de mantener a medida que descendía el nivel. Louis bajó al
           hoyo, aspirando el olor a tierra húmeda que le trajo el recuerdo de los veranos en los

           que trabajaba con el tío Carl.
               «Cavador», pensó, haciendo un alto para secarse el sudor de la frente. El tío Carl
           le dijo que ése era el mote que se ponía en América a todos los sepultureros. Los
           amigos te llamaban "Cavador".




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