Page 285 - Cementerio de animales
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Rachel Creed casi llegó a tiempo al avión de Boston a Portland. Casi. El avión de
Chicago despegó a la hora (lo cual era una especie de milagro), aterrizó en La
Guardia sin demora (otro milagro) y salió de Nueva York con sólo cinco minutos de
retraso, para llegar a la terminal de Boston quince minutos después de la hora
prevista, a las 11.12 de la noche. Le quedaban quince minutos de margen.
Aún hubiera podido enlazar, pero el autobús que conecta las terminales en el
aeropuerto Logan no acababa de llegar. Rachel esperaba, con un principio de pánico,
apoyando el peso del cuerpo ora en un pie ora en el otro, como si tuviera necesidad
de ir al baño y cambiándose de hombro el bolso de viaje que le había prestado su
madre.
Al ver que eran las 11.25 y el autobús no aparecía, Rachel echó a correr. No
llevaba tacones altos, pero aun así se torció un tobillo y se detuvo para descalzarse.
Ahora corría sólo con las medias. Cruzó por delante de Allegheny y de Eastern
Airlines, respirando con dificultad y con una punzada en el costado.
El aire le quemaba la garganta y el dolor del costado se agudizaba. Ahora estaba
delante de la terminal internacional y al lado se veía ya el signo triangular de Delta.
Entró en tromba, casi se le cayó un zapato, lo recuperó en el aire. Eran las 11.37.
Uno de los dos empleados de servicio la miró.
—Vuelo 104 —jadeó ella—. A Portland. ¿Se ha ido ya? El empleado consultó el
monitor que tenía a su espalda.
—Ahí dice que sigue en la pista —dijo—. Pero hace ya cinco minutos que dieron
el último aviso. Llamaré para que la esperen. ¿Alguna maleta que comprobar?
—No —susurró Rachel, apartando de la frente un mechón de pelo sudoroso—. El
corazón le galopaba.
—Entonces pase sin esperar a que yo llame. Llamaré, pero le recomiendo que
corra. ¡Deprisa!
Rachel corrió, aunque no muy deprisa: ya no podía. Pero hizo un último esfuerzo.
La escalera mecánica no funcionaba por la noche y tuvo que subir andando. Al llegar
al control de seguridad, casi arrojó el bolso de viaje a la sorprendida agente y se
quedó esperando que se lo devolviera la cinta transportadora, apretando los puños.
Apenas salió el bolso de la cámara de rayos X, lo agarró por la correa y salió
corriendo. El bolso describió un arco y le rebotó en la cadera.
Mientras corría, miró uno de los tablones de Salidas:
VUELO 104 PORTLAND SALIDA 11 25 PUERTA 31 EMBARCANDO
La Puerta 31 estaba al otro extremo de la sala —y en el mismo instante en que
Rachel ponía la mirada en el tablón, la palabra EMBARCANDO, en letras fijas, fue
sustituida por DESPEGANDO que se encendía y apagaba con rápida intermitencia.
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