Page 289 - Cementerio de animales
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labios de Gage, extrañamente blandos, oscuros y gruesos, se cerraron con un "plip"
           leve pero perfectamente audible. Louis tiró el algodón al charco de agua, donde se
           quedó brillando de un modo repulsivo. Ahora Gage tenía una mejilla hundida, como

           un viejo.
               —Gage —susurró Louis—, ahora mismo te saco, ¿eh?
               Louis hacía votos para que nadie se acercara por allí, algún guardián haciendo la

           ronda de las doce y media, por ejemplo. Pero ahora ya no se trataba de si le pillaban o
           no; si alguien le enfocaba con la linterna mientras estaba realizando su macabra tarea,
           le partiría la cabeza al intruso con el azadón.

               Pasó los brazos por debajo del cuerpo de Gage que era como una masa blanda y
           sin huesos y Louis sintió de pronto la terrible certidumbre de que cuando lo levantara
           se le desharía entre las manos. Y él se quedaría de pie sobre las placas de hormigón

           que  recubrían  los  costados  de  la  tumba,  con  los  trozos  de  Gage  en  las  manos,
           chillando. Y así lo encontrarían.

               «¡Anda ya, gallina, ¿qué estás esperando?!»
               Respirando un aire húmedo y fétido, Louis asió a Gage por debajo de los brazos y
           lo levantó, sujetándolo como tantas veces al sacarlo de la bañera después del baño de
           la  noche.  El  cuello  de  Gage  se  dobló  hacia  atrás  y  la  cabeza  le  cayó  hasta  media

           espalda,  Louis  vio  el  círculo  de  puntos  que  le  habían  dado  para  unir  la  cabeza  al
           tronco.

               Jadeando y luchando contra los espasmos que le levantaban en el estómago el
           olor y la flaccidez del destrozado cuerpo de su hijo, Louis consiguió sacar a Gage del
           ataúd.  Luego,  se  sentó  en  el  borde  de  la  tumba,  con  los  pies  colgando,  apretando
           contra el pecho el cuerpo de su hijo, con la cara lívida, los ojos como dos huecos

           negros y en la boca un rictus de horror, piedad y tristeza.
               —Gage —dijo, empezando a mecer al niño. El pelo de Gage le rozaba la muñeca,

           inerte como alambre—. Gage, todo saldrá bien, te lo juro. Gage, todo saldrá bien,
           esto  acabará,  esto  es  sólo  por  esta  noche,  Gage,  te  quiero  mucho,  papá  te  quiere,
           Gage.
               Louis mecía a su hijo.




                                                            * * *



               A  la  una  y  cuarto,  Louis  se  dispuso  a  salir  del  cementerio.  La  peor  parte  fue
           manejar  el  cuerpo.  Era  entonces  cuando  su  mente,  aquella  especie  de  astronomía

           interior, parecía flotar en el vacío a mayor distancia. Pero ahora, mientras descansaba,
           con la espalda dolorida y agarrotada, creía posible terminar el trabajo.
               Puso el cuerpo de Gage en la lona y lo envolvió, atándolo con largas tiras de cinta
           adhesiva. Luego, cortó la cuerda en dos trozos que anudó a los extremos. Podía pasar




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