Page 294 - Cementerio de animales
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muchacho.»
               Abrió la puerta trasera del Civic, metió el pico, la pala y la linterna. Ya se había
           alejado del coche unos diez o doce metros cuando se acordó de las llaves. Esta vez las

           había dejado puestas en la cerradura de la puerta trasera.
               «¡Estúpido!  —se  increpó—.  Si  has  de  ser  tan  condenadamente  estúpido,  será
           mejor que te olvides del asunto.» Louis retrocedió y sacó las llaves.




                                                            * * *



               Ya tenía a Gage en brazos e iba a salir a Mason Street cuando empezó a ladrar un
           perro por los alrededores. No; no era ladrar, sino aullar, y llenaba toda la calle con su
           voz desgarrada. ¡Aggg-Roouuu! ¡Aggg-RUUUUUU!

               Se quedó detrás de un árbol, preguntándose qué iría a ocurrir ahora, qué podía
           hacer él ahora. Esperaba ver encenderse luces por todas partes.
               En realidad, una luz se encendió en la fachada lateral que quedaba frente al lugar

           en el que se escondía Louis. Y una voz ronca gritó:
               —¡Cállate, Fred!
               ¡Aggg-Roooooo!, respondió Fred.

               —¡Haz que se calle el perro, Scanlon, o llamo a la policía! —gritó alguien desde
           el lado de la calle en que estaba Louis, que se sobresaltó al advertir lo engañosa que
           era la ilusión de soledad y vacío. Había gente alrededor de él, cientos de ojos, y aquel

           perro estaba atentando contra el sueño, su único aliado. «Maldito seas Fred —pensó
           —. ¡Maldito!»
               Fred inició otro agudo. Lanzó el agggg, pero antes de que pudiera hacer más que

           empezar un rotundo ROOOO, se oyó un golpe seco, seguido de una serie de gemidos.
               Se hizo el silencio y se oyó un leve portazo. La luz lateral de la casa de Fred
           siguió encendida un momento y luego se apagó.

               De buena gana, Louis se hubiera quedado un rato más escondido en la sombra;
           sin duda, lo mejor sería esperar a que se apaciguara el vecindario, pero se le acababa

           el tiempo.
               —Vámonos —dijo, y salió a la acera.
               Cruzó la calle con su fardo en brazos y volvió al Civic sin ver a nadie. Fred no dio
           señales de vida. Sosteniendo el paquete con una mano, Louis sacó las llaves y abrió el

           maletero.
               Gage no cabía.

               Louis probó de colocarlo en sentido vertical, horizontal y diagonal. El maletero
           del Civic era pequeño. Hubiera podido doblarlo y aplastarlo —a Gage no le habría
           importado—, pero Louis era incapaz.
               «Vamos, vamos, vamos, hay que marcharse de aquí, no puedes seguir tentando a




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