Page 297 - Cementerio de animales
P. 297

Encendió una cerilla de madera y vio parpadear la llama en su mano que temblaba. Y
           a él no le temblaban las manos; por lo menos, hasta que empezó la pesadilla. Fuera
           arreciaba el viento. Era como si tomara la casa con la mano y la sacudiera.

               «Ese poder está creciendo. Lo noto.»
               Sentía un leve terror en sus viejos huesos. Era como filigrana de vidrio, fina y
           frágil.

               —¡Por favor, Jud, dime qué ocurre!
               Jud comprendía que ella tenía derecho a saberlo, que necesitaba saberlo. Y que él
           acabaría por contárselo. Al fin le contaría toda la historia, cómo había ido forjándose

           la cadena, eslabón a eslabón. El infarto de Norma, la muerte del gato, la pregunta de
           Louis. («¿Se ha enterrado allí a alguna persona?»), la muerte de Gage… y a saber qué
           otro eslabón estaría forjando Louis en aquel momento. Se lo diría, sí. Pero no por

           teléfono.
               —Rachel, ¿cómo es que estás en la autopista y no en un avión?

               Ella le explicó que no había podido enlazar en Boston.
               —Alquilé  un  coche  Avis,  pero  no  voy  a  poder  cumplir  el  horario  que  había
           previsto. Me equivoqué de carretera al salir de Logan y hasta ahora no he entrado en
           Maine. No podré llegar hasta el amanecer. Pero, Jud…, por favor. Por favor, dime lo

           que pasa. Estoy muy asustada y ni siquiera sé por qué.
               —Rachel,  escúchame.  Ahora  te  vas  a  Portland  y  duermes  allí,  ¿me  has  oído?

           Busca un motel y procura…
               —Jud, no puedo hacer…
               —… procura dormir. No te inquietes. Puede que aquí ocurra algo esta noche, y
           puede que no. Si ocurre, y si es lo que yo imagino, no creo que desearas estar aquí.

           Yo podré arreglarlo, o así lo creo. Y tengo que arreglarlo porque es culpa mía. Pero, si
           no  pasa  nada,  tú  llegas  aquí  por  la  tarde  y  todo  perfecto.  Imagino  que  Louis  se

           alegrará de verte.
               —Esta noche no podría dormir, Jud.
               —Sí  —dijo  él,  pensando  que  lo  mismo  había  creído  él,  y,  probablemente,  lo
           mismo pensó Pedro la noche que prendieron a Jesús. Dormir durante la guardia—. Sí

           que  puedes.  Rachel,  si  te  quedas  dormida  al  volante  de  ese  condenado  coche  de
           alquiler y te sales de la carretera y te matas, ¿qué será de Louis? ¿Y de Ellie?

               —Dime lo que pasa. Jud, si me lo dices, tal vez te haga caso. Pero tengo que
           saberlo.
               —Cuando llegues a Ludlow, quiero que vengas directamente a mi casa —dijo Jud

           —. Antes que a la tuya y te diré todo lo que sé, Rachel. Yo estoy esperando a Louis.
               —Dímelo.
               —No, señora. Por teléfono, no. No quiero, Rachel. No puedo. Ahora haz lo que te

           he dicho. Vete a Portland y descansa.




                                        www.lectulandia.com - Página 297
   292   293   294   295   296   297   298   299   300   301   302