Page 295 - Cementerio de animales
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la suerte.»
               Pero seguía allí plantado, con el fardo que contenía el cadáver de su hijo en los
           brazos, sin saber qué hacer. Entonces oyó acercarse un coche y, sin pensar, abrió la

           portezuela del lado del pasajero y dejó el fardo en el asiento, doblándolo por donde
           imaginaba que estarían las rodillas y las caderas.
               Cerró la puerta, corrió hacia la parte de atrás y bajó la tapa del maletero. El otro

           coche  pasó  por  la  calle  transversal  y  Louis  pudo  oír  una  algarada  de  voces  de
           borrachos. Se sentó al volante, puso el motor en marcha y cuando iba a encender las
           luces  de  cruce,  le  asaltó  un  pensamiento  horrible.  ¿Y  si  había  puesto  a  Gage  de

           espaldas, con las articulaciones dobladas al revés y sus hundidos ojos vueltos hacia la
           luneta trasera en lugar de encarados hacia el parabrisas?
               «¿Y  qué  importa  eso?  —le  dijo  su  mente  con  la  irritabilidad  nacida  del

           agotamiento—. ¿Es que no te das cuenta de que eso no tiene la menor importancia?»
               «La tiene. Sí, la tiene. ¡Ahí dentro está Gage y no un montón de toallas!»

               Extendió  el  brazo  y  empezó  a  palpar  la  lona,  buscando  el  contorno  de  su
           contenido. Parecía un ciego que tratara de adivinar qué era el objeto que tenía en la
           mano. Por fin encontró una protuberancia que no podía ser más que la nariz de Gage,
           apuntando la dirección correcta.

               Sólo  entonces  se  decidió  a  poner  en  marcha  el  Civic  y  emprender  el  viaje  de
           veinticinco minutos hasta Ludlow.

















































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