Page 158 - El cazador de sueños
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miedo—. ¿A que es como ahora?
               —No —dijo Jonesy—, porque aquí no va a explotar nada. Además, yo no soy
           Mel  Gibson  y  tú  eres  demasiado  blanco  para  ser  Danny  Glover,  ¿vale?  Ahora

           escucha: voy a salir al cobertizo…
               —Y una mierda. Tú aquí no me dejas.
               —Calla y déjame acabar. ¿Verdad que fuera hay cinta aislante?

               —Sí, creo que está colgada de un clavo, aunque…
               —Exacto. Creo que al lado de los botes de pintura. Es un rollo grande. Pues voy a
           buscarlo y la enrollamos en el váter. Luego…

               Volvió  a  saltar  con  mucha  fuerza,  como  si  les  oyera  y  entendiera.  ¿Y  cómo
           sabemos que no?, pensó Jonesy. En el momento en que la cosa chocaba con la tapa,
           infligiéndole un golpe durísimo, Beav se estremeció.

               —Luego nos vamos —concluyó Jonesy.
               —¿En la motonieve?

               Jonesy  asintió  con  la  cabeza,  si  bien  a  decir  verdad  se  le  había  olvidado  la
           existencia del Arctic Cat.
               —Exacto. Vamos a buscar a Henry y a Pete…
               Beav sacudía la cabeza.

               —El del helicóptero ha dicho algo de una cuarentena. No habrán vuelto por eso.
           Deben de haberles cerrado el paso por la…

               ¡Pum!
               Beaver se estremeció. Jonesy también.
               —… por la cuarentena.
               —Es  posible  —dijo  Jonesy—,  pero  te  digo  una  cosa,  Beav:  prefiero  estar  en

           cuarentena con Pete y Henry que aquí con… que aquí. ¿Tú no?
               —Oye, ¿y si tiramos de la cadena y santas pascuas? —dijo Beaver.

               Jonesy negó con la cabeza.
               —¿Por qué no?
               —Porque he visto el agujero que ha hecho al salir —dijo Jonesy—. Lo hemos
           visto los dos. No sé qué es, pero no nos lo cargaremos tirando de una cadenita. Es

           demasiado grande.
               —Mierda.

               Beaver se dio un golpe en la frente con la base de la mano. Jonesy asintió.
               —Vale, Jonesy, pues ve a buscar la cinta. Jonesy se detuvo en la puerta y miró
           hacia atrás. —— Ah, oye, Beaver… Beav arqueó las cejas.

               —Que no te vea levantarte, ¿eh?
               A Beaver le dio risa. A Jonesy también. Entre risas convulsas se miraron, Jonesy
           al lado de la puerta, Beav sentado en la tapa del váter. Después Jonesy cruzó deprisa

           la sala grande en dirección a la puerta de la cocina. Cuanto más lo pensaba más gracia




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