Page 161 - El cazador de sueños
P. 161
3
—¡Duddits! —exclama.
La mujer, menuda, con canas y vestido estampado de flores, corre a su encuentro
por la acera como un pajarito.
Duddits ha estado caminando con sus nuevos amigos, más contento que un ocho:
hablando por los codos, con la fiambrera de Scooby-Doo en la mano derecha, la
izquierda cogiendo la de Jonesy y columpiándola con alegría. En el galimatías que
sale de su boca parece que se confundan todas las letras. Para Beaver, la gran
sorpresa es que se le entienda casi todo.
Ahora que ha visto a la mujer del pelo gris, Duddits suelta la mano de Jonesy y
corre hacia ella; corren los dos, y Beaver se acuerda de un musical sobre unos
cantantes, los Von Cripp, o Von Crapp, o algo así.
—¡Amáa, amáa! —vocifera Duddits. «¡Mamá! ¡Mamá!»
—¿Dónde has estado? ¿De dónde sales, Duddits de mi alma? ¡Desastre, que eres
un desastre!
Se juntan, y es tal la diferencia de peso y estatura (como seis o siete centímetros a
favor de Duddits) que Beaver se lleva un susto, temiendo que aquel pajarito de mujer
acabe aplastada como el coyote en los dibujos animados de Correcaminos. Nada más
lejos: la madre de Duddits levanta a su hijo y le hace girar con una sonrisa de éxtasis
de oreja a oreja.
—Estaba a punto de entrar y llamar a la policía. Malo, más que malo, que siempre
me llegas tarde, Dud…
Ve a Beaver y sus amigos y deja a su hijo en el suelo. Se le ha borrado la sonrisa
de alivio; ahora está muy seria, yendo hacia ellos y pisando la cuadrícula de un juego
de rayuela; un juego, piensa Beav, que no podría ser más fácil, y que aun así le está
vetado a Duddits. A su madre siguen viéndosele lágrimas en las mejillas; ahora ha
salido el sol, que las hace brillar.
—Uy, uy, uy —dice Pete—, que nos la vamos a cargar… —Tranquilos —dice
Henry, hablando en voz baja y deprisa—.
Que se desahogue, y luego se lo explicamos.
Pero han juzgado mal a Roberta Cavell, aplicando el rasero de tantos adultos que
a los chicos de su edad no les conceden ni la presunción de inocencia. No es el caso
de Roberta Cavell, ni de su marido Alfie. Los Cavell son otra cosa. Les ha convertido
Duddits en otra cosa.
—Chicos —dice ella—, ¿qué hacía? ¿Se había perdido? Me da mucho miedo
dejar que vaya solo, pero tiene tantas ganas de ser como los demás…
Una de sus manos estrecha con fuerza los dedos de Beaver, y la otra los de Pete.
A continuación les suelta, coge las de Jonesy y Henry y les da el mismo apretón.
www.lectulandia.com - Página 161