Page 160 - El cazador de sueños
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           Beav oyó a Jonesy cruzar la sala riendo, y seguir riendo al salir por la puerta. A pesar
           de los pesares, se alegró. Entre el atropello y las secuelas, Jonesy había pasado un año

           fatal. Al principio hasta habían tenido miedo de que la palmara. ¡Pobre, qué horror,
           con treinta y ocho años no cumplidos! Mal año para Pete, que llevaba una temporada
           de beber demasiado, mal año para Henry, que a veces se quedaba raro, como ausente,

           cosa que Beaver no entendía, y que no le gustaba… y ahora, por lo visto, también
           podría decirse que había sido mal año para Beaver Clarendon. Claro que sólo era un

           día entre trescientos sesenta y cinco, pero nadie se levanta pensando que por la tarde
           tendrá un muerto en la bañera y estará sentado en la tapa de un váter para evitar que
           algo que ni siquiera ha visto…
               —No, tío —dijo Beaver—. Eso ni pensarlo.

               No tenía por qué. Jonesy tardaría uno o dos minutos en volver con la cinta. Como
           máximo tres. La cuestión era saber qué quería pensar hasta que volviera Jonesy. ¿En

           qué podía pensar para estar más a gusto?
               Pues en qué iba a ser, en Duddits. Pensar en Duddits siempre le daba buen rollo.
           Y en Roberta. También iba bien pensar en Roberta. Clarísimamente.
               Pensando en aquel día, en la mujer bajita y con vestido amarillo que esperaba a la

           entrada de su casa de Maple Lañe, Beav sonrió; y al acordarse de cuando les había
           visto a ellos, se le ensanchó la sonrisa. Había llamado a su hijo de la misma manera.

           Le había llamado.










































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