Page 402 - El cazador de sueños
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La reacción de Owen fue de sorpresa. Henry no captó palabras, sino una especie
de «!» de tebeo. A continuación oyó reír a Owen, a pesar de que el viento no
interrumpía ni un segundo sus aullidos.
«Me has pillado.»
«Y no te preocupes, que les haré desfilar. Sé motivar como nadie.»
«Cuento con que te esforzarás.»
Henry no le veía la cara, pero captó que sonreía. Entonces Owen habló en voz
alta:
—¿Y después? Repítemelo.
«¿Por qué?»
—No sé. Supongo que porque los soldados también necesitan que se les motive,
sobre todo cuando se descarrían. Y menos telepatía, que quiero oírte decirlo. Quiero
oír la palabra.
Henry miró al hombre que tiritaba al otro lado de la alambrada, y dijo:
—Después seremos héroes; y no porque queramos, sino porque no hay
alternativa.
Fuera, bajo la nieve y el viento, Owen asentía con la cabeza. Y seguía sonriendo.
—¡Coño! —dijo—. ¿Y por qué no?
Henry vio brillar en su cerebro la imagen de un niño pequeño levantando una
bandeja. Lo que quería el adulto era que el niño volviera a dejarla donde la había
cogido; que dejara la bandeja que tanto y tantos años le había obsesionado, y que
estaba rota sin remedio.
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