Page 503 - El cazador de sueños
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habían probado otros. Y ¡qué absurdo era todo! Kurtz, en lo más hondo, sabía que
           Owen tenía razón como mínimo en una cosa: en que al norte ya no pasaría nada.
           Ahora podía cerrar la puerta del establo y encomendarse a Dios, pero ya les habían

           robado el caballo.
               —Van  a  cerrarlo  del  todo  —dijo  Perlmutter—.  Jefferson  Tract  acaba  de
           convertirse en el estado número cincuenta y uno. Y es un estado policial.

               —¿Todavía puedes sintonizar con Owen?
               —Sí  —dijo  Perlmutter,  distraído—,  pero  por  poco  tiempo.  Él  también  se  está
           curando, y pierde la telepatía.

               —¿Dónde está, chavalín?
               —Acaban de pasar por la salida 25. Nos llevarán unos veinticinco kilómetros de
           ventaja. No puede ser mucho más.

               —¿Le meto un poco de caña? —preguntó Freddy.
               Ya habían perdido la oportunidad de pillar a Owen por culpa del camión de los

           cojones. Lo último que quería Kurtz era perder otra estrellándose en el arcén.
               —Negativo —dijo—. De momento, creo que les dejaremos correr.
               Se cruzó de brazos y vio pasar el mundo, blanco como una sábana. Sin embargo,
           ya no nevaba, y seguro que cuanto más al sur estuvieran mejor carretera encontrarían.

               Habían sido veinticuatro horas muy accidentadas. Kurtz había hecho explotar una
           nave  extraterrestre,  le  había  traicionado  la  persona  a  quien  consideraba  su  sucesor

           lógico, había sobrevivido a un motín de civiles, y por si fuera poco le había apartado
           del mando un soldadito de pega. Se le cerraron los ojos, y al poco tiempo se quedó
           dormido.










































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