Page 504 - El cazador de sueños
P. 504
18
Jonesy se quedó bastante tiempo sentado a la mesa y de mal humor, repartiendo
miradas al teléfono, que ya no funcionaba, al atrapasueños del techo (agitado por una
corriente de aire que casi no se notaba) o a las persianas nuevas de acero que había
usado el puerco de Gray para taparle la vista. Y siempre el mismo ruido sordo, tanto
en los oídos como haciéndole temblar las nalgas en la silla. Se parecía al ruido de una
caldera un poco escandalosa, pendiente de reparación, pero no lo era. Era el
quitanieves abriéndose camino hacia el sur, hacia el sur, siempre hacia el sur; y al
volante el señor Gray, sin duda con la gorra de la compañía, robada a su más reciente
víctima, maniobrando el quitanieves, manejando el volante con los músculos de
Jonesy y usando los oídos de Jonesy para escuchar las noticias por el canal interno.
«Bueno, Jonesy, ¿hasta cuándo piensas quedarte sentado y compadeciéndote?»
Jonesy, que estaba repantigado en la silla (de hecho casi dormía), se puso derecho
al oírlo. Era la voz de Henry, pero no le llegaba por telepatía, puesto que el señor
Gray las había bloqueado todas menos la suya. No, procedía de su propio cerebro. No
por ello dejó de escocerle.
«¡No es que me compadezca, es que estoy aislado!» No le gustó el aspecto
defensivo del pensamiento. Seguro que en caso de pronunciarlo en voz alta le habría
salido tono de quejica. «No puede oírme nadie, no puedo ver nada y no puedo salir.
No sé dónde estás, Henry, pero yo estoy en una celda de castigo.»
«¿Te ha quitado el cerebro?»
—Calla.
Jonesy se frotó la sien.
«¿Se ha llevado tus recuerdos?»
No, claro. Ni siquiera estando separado de los miles de millones de cajas por una
puerta a cal y canto dejaba de acordarse de cuando yendo a primer curso le había
pegado a Bonnie Deal un moco en la punta de la trenza (la misma Bonnie Deal con
quien había pedido bailar seis años más tarde), de cuando Lámar Clarendon les había
explicado cómo se jugaba al cribbage, y de cuando había visto salir del bosque a
Rick McCarthy y le había confundido con un ciervo. Se acordaba de todo. Quizá
tuviera alguna ventaja, pero no la veía. Tal vez se tratara de algo demasiado grande,
demasiado obvio para verlo.
«¡Anda, que dejarte atrapar así habiendo leído tantas novelas policíacas! —se
burló la versión mental de Henry—. Y no te digo las pelis de ciencia ficción con
extraterrestres, desde Ultimátum a la, Tierra a El ataque de los tomates asesinos.
¿Tantos libros y pelis y no se te ocurre ninguna manera de pararle los pies? ¿No sabes
ver de dónde sale el humo y localizar su campamento?»
Jonesy se frotó la sien con energías redobladas. No era percepción extrasensorial,
www.lectulandia.com - Página 504