Page 512 - El cazador de sueños
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La noche es un estruendo de música, risas y voces; todo huele a salchichas a la brasa,
chocolate y cacahuetes tostados; florece el cielo con fuegos de colores. Y todo lo une,
lo identifica y firma como el autógrafo del propio verano, un rock and roll
amplificado por los altavoces instalados en Strawford Park.
Entonces aparece el tío más alto del mundo, un vaquero de casi tres metros contra
el cielo en llamas, empequeñeciendo al gentío y dejando boquiabiertos y ojiabiertos a
los niños, con la boca manchada de helado. Los padres se ríen y les levantan para que
tengan mejor visión, o se los ponen en los hombros. El vaquero tiene el sombrero en
una mano, saludando, y en la otra un cartel donde pone FIESTA DE DERRY 1981.
—¿Poqué etanato? —pregunta Duddits.
Tiene en una mano un cucurucho de algodón de azúcar azul, pero ya no se
acuerda. Ve andar con zancos al vaquero contra los fuegos artificiales que incendian
el cielo, y abre los ojos como cualquier niño de tres años. A un lado tiene a Pete y
Jonesy, y al otro a Henry y Beav. El vaquero encabeza un séquito de vírgenes vestales
(alguna virgen debe de haber, hasta en el año de gracia de 1981). Llevan faldas
tejanas con lentejuelas, y botas blancas de vaquero, y desfilan lanzando y recogiendo
bastones.
—No sé por qué es tan alto, Duddits —dice Pete entre risas. Luego arranca un
pedazo de algodón de azúcar del cucurucho que tiene Duddits en la mano y
aprovecha que su amigo tiene la boca abierta para ponérselo dentro—. Debe de ser
magia.
Todos se ríen de que Duddits mastique sin apartar la vista del vaquero con zancos.
Ahora Duds es el más alto de todos, hasta más alto que Henry, pero no deja de ser un
niño y les llena a todos de felicidad. El mágico es él. Todavía falta un año para que
encuentre a Josie Rinkenhauer, pero ya saben los cuatro que es mágico. Por mucho
miedo que les diera enfrentarse con Richie Grenadeau y sus amigos, fue el día de más
suerte de toda su vida. En eso están todos de acuerdo.
—¡Eh, grandullón! —berrea Beaver, saludando al vaquero alto con su gorra, que
es de los Tigers de Derry—. ¡Tócame los perendengues!
Se mueren todos de risa (hay que decir que es un recuerdo de los que hacen
época: la noche en que Beaver empezó a soltarle barbaridades al vaquero con zancos
del desfile de las fiestas de Derry, con el cielo lleno de pólvora); todos menos
Duddits, que sigue mirando con los ojos como platos, y Owen Underhill (¡Owen!,
piensa Henry; ¿cómo has llegado tú aquí?), que parece preocupado.
Owen le está zarandeando. Owen está diciéndole que se despierte. ¡Henry,
despierta, por Dios!
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