Page 513 - El cazador de sueños
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Lo que acabó sacando a Henry de su sueño fue el tono de miedo de Owen. Le duró
unos segundos el olor a cacahuetes y al algodón de azúcar de Duddits, hasta que se
impuso la realidad: un cielo blanco, los carriles nevados de la autopista y una señal
verde de PRÓXIMAS DOS SALIDAS AUGUSTA. La realidad de Owen
sacudiéndole, y de una especie de ladridos desesperados que llegaban de detrás.
Duddits tosiendo.
—¡Despierta, Henry, que sangra! Coño, tío, haz el favor de…
—Que sí, que ya estoy despierto.
Henry se desabrochó el cinturón de seguridad y se puso de rodillas hacia atrás. Se
le quejaron los músculos de los muslos, que habían trabajado demasiado, pero no les
hizo caso.
Se esperaba algo peor. El pánico de la voz de Owen le había preparado para
alguna especie de hemorragia, pero sólo eran gotas en un agujero de la nariz, y que
Duddits, al toser, salpicaba un poco de sangre. Owen debía de pensar que el pobre
Duds estaba echando los pulmones, cuando en realidad lo más probable era que se
hubiera hecho una heridita en la garganta. Claro que no dejaba de ser peligroso,
porque en su estado, cada vez más endeble, podía ser grave cualquier cosa. Podía
matarle un simple microbio de resfriado. Nada más verle, Henry había sabido que
estaba en las últimas.
—¡Duds! —le interpeló con dureza. Algo diferente. Algo diferente en él, en
Henry. ¿Qué? No tenía tiempo de pensarlo—. ¡Duddits, respira por la nariz! ¡Por la
nariz, Duds! ¡Así!
Henry hizo una demostración, respirando hondo varias veces con la nariz muy
dilatada… y al espirar le salieron hilitos blancos. Como la pelusa de algunas plantas,
al estilo del diente de león. Byrus, pensó Henry; me crecía por dentro de la nariz, pero
se ha muerto. Lo estoy sacando cada vez que respiro. Entonces comprendió la
diferencia: ya no le picaba nada, ni el muslo, ni la boca, ni la ingle. Seguía notándose
la boca como si estuviera forrada de moqueta, pero no le picaba.
Duddits empezó a imitarle con respiraciones por la nariz, y enseguida se le alivió
la tos. Henry cogió la bolsa de papel, encontró un frasco de jarabe inofensivo para la
tos y se lo dio a beber a Duddits con el tapón, diciendo:
—Con esto mejorarás.
Confianza no sólo en las palabras, sino en el tono. Con Duddits importaba mucho
el tono.
Duddits se bebió la dosis de jarabe, hizo una mueca y sonrió a Henry. Ya no tosía,
pero seguía goteándole sangre en un lado de la nariz… y Henry vio que también le
sangraba el rabillo de un ojo. Mala señal, como la palidez extrema de su amigo, que
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