Page 525 - El cazador de sueños
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aliento (es posible que los que menos aliento tuvieran fueran los que se encontraban
en la zona de Nueva Inglaterra, lo cual no carecía de justificación)—, pero tendemos
a pensar que nuestros visitantes traían consigo el virus como hay gente que viaja al
extranjero y vuelve a su país de origen con algún insecto en el equipaje, o en las
compras que ha hecho. Lo normal es que lo detecte el personal de aduanas, pero claro
—[gran sonrisa del gran padre blanco]—, los visitantes a los que me refiero no han
pasado ningún control aduanero.»
En efecto, se conocían víctimas mortales del virus, en su mayoría personal
militar, pero la gran mayoría de los que lo habían contraído («el hongo presenta un
aspecto parecido al del pie de atleta», dijo el gran padre blanco) lo rechazaban sin
dificultad. La zona había sido puesta en cuarentena, pero fuera de ella nadie estaba en
peligro. «A los que estén en Maine y se hayan marchado de casa —dijo el presidente
— les sugeriría que volvieran. Como dijo Franklin Delano Roosevelt, sólo hay que
tenerle miedo al propio miedo.»
La masacre de grises, la explosión de la nave, los cazadores enterrados, el
incendio en la tienda de Gosselin y la evasión, ni mentarlos. No se dijo nada de que a
los últimos Imperial Valley de Gallagher les abatieran como perros (porque eran eso,
perros, y para muchos peores que perros). Kurtz y el agente de contagio (Jonesy) no
merecieron una sílaba. El presidente soltó lo justo para pararle los pies al pánico y
evitar que se descontrolara.
La mayoría de la gente siguió su consejo y volvió a casa.
Claro que algunos no podían.
Algunos se habían quedado sin casa.
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