Page 524 - El cazador de sueños
P. 524
7
Más allá de los triunfos y fracasos de la llamada «presidencia de Florida» (cuestión
de la que queda casi todo por escribir), hay algo que no puede negarse: aquella
mañana de noviembre, con su discurso, el presidente acabó con el «pánico espacial».
Respecto a por qué funcionó el discurso hubo diversas opiniones («más que dotes
de liderazgo, fue elegir bien el momento», dijo, desdeñosa, una voz crítica), pero
funcionó. Hubo gente que ya había emprendido la huida, pero que tenía tanta hambre
de noticias claras que salió de la carretera para ver hablar al presidente. Las tiendas
de electrodomésticos de los centros comerciales se llenaron de gente silenciosa y muy
atenta. En las estaciones de servicio de la interestatal 95 cerraron las tiendas, y se
instalaron televisores al lado de las cajas registradoras inactivas. Se llenaban los
bares. En muchas partes hubo gente que abrió las puertas a cualquier persona que
quisiera oír el discurso. Podrían haberlo escuchado por la radio del coche (como fue
el caso de Jonesy y el señor Gray), y así no habrían tenido que parar, pero sólo lo hizo
una minoría. En general había ganas de verle la cara al líder. Según los detractores del
presidente, el único efecto del discurso fue romper la inercia del pánico. «En un
momento así podría haber salido Porky a hacer un discurso y habría conseguido el
mismo resultado», opinó uno de ellos. Distinto parecer expresó otro: «Era el
momento decisivo de la crisis. Debía de haber unas seis mil personas yendo en coche.
Si el presidente hubiera dicho algo mal, por la tarde habrían sido seis mil por dos, y a
saber si para cuando llegase la oleada a Nueva York (la mayor cantidad de
desplazados desde la recesión de los treinta) no habrían sido seiscientos mil. Los
americanos, sobre todo los de Nueva Inglaterra, acudieron al presidente que habían
elegido por la mínima buscando ayuda, consuelo, seguridad… y él reaccionó con un
discurso a la nación que puede haber sido el mejor de la historia. Así de sencillo.»
La cuestión, sencilleces, sociología y liderazgos al margen, fue que el discurso se
ajustó bastante a las expectativas de Owen y Henry, mientras que Kurtz podría haber
adivinado cada palabra, cada expresión. El discurso giró en torno a dos ideas simples,
presentadas como hechos irrefutables y calculadas para paliar el miedo que palpitaba
en el pecho del americano medio, tan satisfecho, por lo general. La primera idea era
que, aunque los visitantes no hubieran venido con ramitas de olivo y regalos,
tampoco habían dado ninguna muestra de comportamiento agresivo u hostil. La
segunda, que, si bien eran portadores de una especie de virus, se había logrado
confinarlo a la zona de Jefferson Tract. (El presidente la señaló en una pantalla con la
pericia de un meteorólogo indicando una zona de bajas presiones.) No sólo estaba
aislado, sino que se moría solo, sin intervención de los científicos y expertos militares
que habían acudido a la zona.
«Aún no está comprobado del todo —dijo el presidente a una audiencia sin
www.lectulandia.com - Página 524