Page 520 - El cazador de sueños
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           De niño (cuando se llamaba Coonts) lo había soñado con frecuencia, pero, desde las
           poluciones y sudores de la adolescencia, sólo una o dos veces. Corría por un campo,

           con luna llena, y tenía miedo de mirar hacia atrás porque le perseguía… la cosa.
               Corría con todas sus fuerzas, pero claro, en los sueños nunca se corre bastante.
           Llegó un momento en que lo tuvo tan cerca que oía su respiración seca y percibía su

           olor seco peculiar.
               Llegó a la orilla de un lago grande y tranquilo, a pesar de que en el pueblo de

           Kansas seco y miserable de su niñez nunca había habido ningún lago, y aunque era
           bonito (ardía la luna en sus profundidades como una lámpara) le dio mucho miedo
           porque le cortaba el camino y no sabía nadar.
               Cayó de rodillas a la orilla del lago (el sueño, en ese sentido, era idéntico a los de

           su infancia), pero en lugar de ver el reflejo de la cosa en el agua inmóvil, el horrible
           hombre espantapájaros con la cabeza de arpillera rellena y las manos hinchadas, con

           guantes azules, esta vez vio a Owen Underhill con la cara llena de manchas. A la luz
           de  la  luna,  las  manchas  de  byrus  parecían  grandes  lunares  negros,  esponjosos  y
           amorfos.
               De niño siempre se había despertado en ese momento (y muchas veces con la

           picha  tiesa,  por  raro  que  fuera  que  a  un  niño  se  la  pusiera  dura  un  sueño  tan
           angustioso), pero esta vez la cosa (Owen) llegó a tocarle, y en el reflejo de los ojos en

           el agua había una mirada de reproche. Quizá una pregunta.
               «¡Porque has desobedecido órdenes, chaval! ¡Porque has cruzado la línea!»
               Levantó la mano para empujar a Owen, apartar aquella mano… y vio la suya a la
           luz de la luna. Estaba gris.

               No, se dijo, sólo es la luna.
               Ahora bien, sólo tenía tres dedos. ¿Eso también era la luna?

               La  mano  de  Owen  encima  de  él,  tocándole,  contagiándole  su  asquerosa
           enfermedad… y atreviéndose aun así a llamarle…


























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