Page 522 - El cazador de sueños
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con mayoría de manchas de color rojo claro y otras más vinosas), pero volvió a verle
cara de travieso. Movía mucho los ojos, con costras de Ripley en los bordes. De
repente Kurtz comprendió la situación: el pobre Pearly había enloquecido. Nada
como un loco, quizá, para reconocer a otro.
—Juro por Dios que le he dicho la verdad. Ya no tengo contacto con nadie.
Archie, sin embargo, se puso un dedo al lado de la nariz y volvió a mirar el
retrovisor con cara de pícaro.
—Yo creo que si les cogemos tendrás bastantes posibilidades de curarte, nene. —
Kurtz lo dijo con el tono más seco de su repertorio, tono de pura constatación—.
¿Bueno, qué? ¿A cuál sigues recibiendo? ¿A Jonesy? ¿O al nuevo, Duddits?
—No, a ese no. A ninguno.
Pero el dedo paralelo a la nariz, la cara de travieso…
—Dímelo y te doy agua —dijo Kurtz—. Como sigas tocándome los huevos, te
pego un tiro y te suelto en la nieve. Venga, léeme el coco y dime que es mentira.
Pearly le miró un poco más por el retrovisor con mala cara. Luego dijo:
—Jonesy y el señor Gray aún van por la autopista. Ahora están por Portland.
Jonesy le ha explicado al señor Gray cómo se rodea la ciudad por la 295. Bueno,
tanto como explicar… Tiene en la cabeza al señor Gray, que cuando quiere algo lo
coge.
Oyéndolo, Kurtz se quedó cada vez más pasmado, pero sin interrumpir sus
cálculos.
—Hay un perro —dijo Pearly—. Van con un perro que se llama Lad. Es con el
que estoy en contacto. Está… como yo.
—Volvieron a encontrarse sus ojos con los de Kurtz en el retrovisor, pero esta vez
sin malicia, sino con una especie de media cordura angustiada—. ¿En serio ve alguna
posibilidad de que vuelva a…? A ser yo, vaya.
El hecho de saber que Perlmutter podía leerle el pensamiento hizo que Kurtz
procediera con cautela.
—Como mínimo, creo que se te podría quitar lo de dentro. ¿Con un médico que
entienda la situación? Sí, yo creo que sí. Una buena dosis de cloroformo, y cuando te
despiertes… ¡Nada! —Kurtz se dio un beso en las puntas de los dedos y miró a
Freddy—. Si están en Portland, ¿cuánto nos llevan?
—Yo diría que unos ciento diez kilómetros, jefe.
—Pues acelera un poco, hombre de Dios; sin salimos de la carretera, pero corre
un poco más.
Ciento diez kilómetros. Y si Owen, Devlin y Duddits sabían lo mismo que Archie
Perlmutter, continuarían la persecución.
—A ver si me aclaro, Archie. El señor Gray está dentro de Jonesy…
—Sí.
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