Page 47 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.



                    De cuando los hermanos Segundo y Picho Chachacho fueron aquel
                  sábado del mes de octubre en procura de pescado fresco a los trenes

                                              de varias playas de la isla

                  P
                           icho y Segundo, dos queridos hermanos, ambos hijos del viejo Chachacho, tenían
                           por costumbre (tal vez una costumbre ancestral) recorrer las playas del norte de la

                           isla  que  circundan  al  pueblo  de  Altagracia  y  Pedro  González,  en  procura  de

                  pescado fresco; esto ocurría, frecuentemente, los fines de semana cuando eran informados
                  que  en  algunas  de  las  playas  del  sector  habían  “echado  un  tren”,  así  que,  provistos  de

                  sendos mapires, emprendían su viaje a las playas. Ese día, un sábado del mes de octubre,
                  muy temprano, después de visitar la playa de La Galera, se percataron de que no habían

                  echado  el  tren  en  la  noche,  ya  que  hubo  vientos  huracanados,  según  les  informó  un
                  pescador del lugar.


                         Ante  esa  situación  negativa  para  ellos,  deciden  encaminarse  a  playa  Caribe  y  La

                  Boquita, encontrando la misma situación, es decir, no habían echado el tren, tal vez por el

                  mismo motivo, el viento fue pertinaz en esas playas; pero Segundo, sin perder la paciencia,
                  se acuerda y le dice a Picho: -¡Caramba, hermano!, a mí me comunicó Roberto el de Mario

                  (Roberto  Ordaz)  que  y  que  iban  a  estar  dos  trenes  en  la  playa  de  Las  Arenas,  así  que
                  vámonos para esa playa, a ver si Dios quiere, tú sabes que la esperanza es lo último que se

                  pierde;  pero  también  fue  infructuosa  la  llegada  a  la  playa  en  cuestión.  En  Las  Arenas
                  tampoco  encontraron  tren  alguno  echado,  así  que  ya  casi  al  amanecer,  corsariamente

                  deciden subir el boquerón del Valle para luego bajar hacia la playa de Guayacán, donde sí

                  estaban  en  plena  faena  pesquera,  pero  ya  los  dueños  del  tren  habían  negociado  todo  el
                  producto  de  la  faena  con  el  chofer  de  un  camión  tipo  cava  al  que  cargaban  varios

                  ayudantes, por lo que aquellos dos hermanos, resignadamente, deciden emprender su viaje
                  hasta playa Manzanillo, siempre con sus respectivos mapires terciados al cuello.


                         En esa bulliciosa playa son sorprendidos por los rayos del sol que bañan con su luz

                  natural  todo  aquel  viejo  puerto  y  entre  las  rancherías  y  el  bullicio  de  pescadores,
                  nuevamente  ven  frustrado  su  propósito  (hubo  mucha  pesca,  pero  todo  el  producto  fue
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