Page 27 - Osho - El Equilibrio Cuerpo Mente_Lucid
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la existencia es bueno, y lo que va en desacuerdo con ella es malo.
                   Tendrás que mantenerte alerta a cada momento, porque habrá que
                   decidir de nuevo cada instante. No puedes depender de respuestas
                   preestablecidas para lo que es bueno y lo que es malo.
                          La vida va de prisa; es dinámica, no estática. No es una
                   piscina de agua estancada, es un Ganges, no deja de fluir. Nunca es
                   la misma durante dos momentos consecutivos. Por lo que una cosa
                   puede ser buena en un momento y mala al siguiente.
                          ¿Qué es lo que hay que hacer? La solución está en que la
                   gente llegue a tal punto de consciencia que ella misma pueda
                   responder a los cambios de la vida.
                          Relataré un viejo cuento zen: Había dos templos rivales.
                   Ambos maestros –no debían de serlo realmente, debían de ser
                   sacerdotes- estaban tan enfrentados que ordenaron a sus discípulos
                   que ni siquiera miraran al otro templo. Cada sacerdote contaba con
                   un muchacho como sirviente, para hacer los recados, para buscar
                   las cosas. El sacerdote del primer templo le advirtió a su sirviente:
                   “Nunca hables con el otro muchacho. Esa gente es peligrosa”.
                          Pero los niños son niños. Un día se encontraron en el camino,
                   y el muchacho del primer templo le preguntó al otro: “¿Adónde
                   vas?”. El otro respondió: “Donde el viento me lleve”. Debió de haber
                   aprendido en el templo grandes enseñanzas zen, ya que dijo:
                   “Donde el viento me lleve”. Una magnífica respuesta, puro Tao.
                          Pero el primer muchacho quedó muy avergonzado, ofendido,
                   no supo cómo responderle. Estaba frustrado, furioso, y a la vez se
                   sentía culpable ya que, “mi maestro ordenó que no habláramos con
                   esta gente. No son de fiar. ¿Qué clase de respuesta es ésa? Me ha
                   humillado”.
                          Fue a ver al maestro y le contó lo que había pasado.
                   “Lamento haber hablado con él. Tenía usted razón, esta gente es
                   peligrosa. ¿Qué quiso decir al responderme así? Le pregunté: “¿
                   Adónde vas”     –una simple pregunta-. Sabía que iba al mercado, lo
                   mismo que yo. Pero me respondió: “Adonde me lleve el viento”.
                          El maestro contestó: “Te lo advertí, pero no me escuchaste.
                   Ahora mira, mañana te paras de nuevo en el mismo lugar. Cuando
                   llegue le preguntas: “¿Adónde vas?” y él te dirá: “Adónde me lleve
                   el viento”. Entonces tú también tienes que ponerte un poco
                   filosófico. Le dices: “¿Irás sin piernas entonces? Porque el alma es
                   incorpórea y el viento no puede llevar el alma a ninguna parte”. ¿
                   Qué te parece?”.
                          Dispuesto a hacerlo, el muchacho se paró toda la noche
                   repitiéndolo una y otra vez. A la mañana siguiente, salió muy
                   temprano, se puso en el lugar exacto, y a la hora indicada vio llegar
                   a otro muchacho. Estaba muy contento, ahora le iba a demostrar lo
                   que era verdadera filosofía. Le preguntó: “¿Adónde vas?” esperaba
                   la respuesta… pero el muchacho respondió: “Voy al mercado a
                   comprar verduras”.
                          ¿Ahora de qué le servía la filosofía que había aprendido? La
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