Page 112 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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         atención a lo que ocurría desde la edad madura en adelante. Los datos recogidos entre 1962 y 1988
         revelaron  que  un  aumento  o  pérdida  de  peso,  aun  moderado,  en  un  período  largo,  aumentaba  los
         riesgos de mortandad.
            Comparados con quienes habían mantenido un peso constante, quienes bajaban cinco o más kilos
         en  un  período  de  diez  años  tenían  una  tasa  de  mortalidad  un  57  por  ciento  mayor,  incluyendo  un
         riesgo 75 por ciento mayor de morir por ataque cardiaco. Quienes aumentaron cinco kilos o más en
         un  período  de  diez  años  estaban  sólo  un  poco  mejor,  con  una  mortalidad  más  elevada  del  36  por
         ciento que quienes mantuvieron un peso estable; el riesgo de morir por un ataque cardiaco saltaba
         dramáticamente al 200 por ciento. Este hallazgo echa por tierra el error común de que la obesidad es
         el  principal  riesgo  vinculado  con  el  peso;  en  realidad,  mientras  no  se  trate  de  una  obesidad  clínica
         (definida como un exceso del 15 por ciento o más por sobre el peso normal del cuerpo), unos pocos
         kilos de más no se relacionan con el acortamiento de la vida; sucede al contrario.
            Los extensos estudios actuales llevados a cabo por el doctor Reuben Andrés han demostrado que
         la mortalidad más baja se produce entre quienes tienen un sobrepeso del 10 por ciento; la más alta,
         entre quienes tienen una insuficiencia de peso crónica. El trabajo de Andrés, basado en estudios de
         millones de personas de distintos ingresos y clases sociales, crea el caos en los valores sociales que
         equiparan la delgadez con todo lo bueno y saludable; como resultado, muchos médicos han preferido
         pasar por alto hechos que no coinciden con las creencias imperantes. El estudio de Harvard socava
         aún más el estereotipo al acentuar la necesidad de mantener un peso estable. También apoya la vieja
         idea de que las dietas rápidas son insalubres, pero me parece que es un error tomar esto como un
         hallazgo puramente físico. El peso se relaciona inevitablemente con la imagen que cada uno tiene de
         sí  mismo.  En  la  juventud,  tanto  hombres  como  mujeres  aprenden  a  utilizar  las  dietas  como  rápida
         solución  para  mejorar  la  propia  imagen.  Cuanto  más  delgados  son,  mejor  se  consideran  y  más
         propensos están a creer que han curado todos sus problemas.
            Sin  embargo,  las  mejoras producidas al adelgazar dos, tres o cinco kilos son superficiales, pues
         los  problemas  emocionales  más  profundos  quedan   intactos.  Es  típico  que  el  adicto  crónico  a  las
         dietas  caiga  en  el  «síndrome  del  yo-yo»:  adelgaza  unos  pocos  kilos  cuando  su  autoestima  es
         relativamente  alta,  sólo  para  recuperarlos  muy  pronto  (y  con  algunos  agregados)  cuando  la
         autoestima vuelve a decaer. El hecho de que tanto subir como bajar de peso acorte la vida me lleva a
         pensar que el verdadero culpable es la falta de autoestima. Los sujetos que han mantenido un peso
         estable suelen ser estables también en el plano psicológico; ésa es su virtud salvadora, no el peso en
         sí.  La  obesidad  clínica  sigue  siendo un riesgo demostrado de sufrir trastornos cardiacos y diabetes
         tipo  II,  pero  la  actividad  física  puede  compensar  el  sobrepeso,  debido  a  que  el  llevar  esos  kilos de
         más proporciona al corazón un considerable ejercicio aeróbico.

            Longevidad y ejercicio

         La mano firme y el buen tono muscular hallados en los sujetos de Jewett indican que eran personas
         activas.  No  obstante,  es  notable  la  falta  de  ejercicios  físicos  organizados,  aunque  se  sabe  que  el
         ejercicio retrasa el envejecimiento. Para comprender esta aparente anomalía, debemos estudiar más
         profundamente cuánta actividad se necesita realmente para efectuar una contribución significativa a
         la longevidad.
            El  doctor  Steven  Blair  y  sus  colegas,  del  Instituto  para  la  Investigación  de  Ejercicios  Aeróbicos,
         realizaron  pruebas  con  ruedas  de  andar  sobre  más  de  diez  mil  hombres  y  tres  mil  mujeres;  luego
         siguieron al grupo durante diez años para determinar hasta qué punto el buen estado físico era una
         defensa.
            Otra  manera   de  expresar  lo  mismo  es  que  desarrollar  cualquier  actividad  física  resulta  muy
         preferible a permanecer inactivo. Según el estudio de Blair, la tasa de mortalidad de los sedentarios
         de ambos sexos era el doble de las de personas que caminaban todos los días. Caminar quema entre
         290 y 430 calorías por hora, según la velocidad con que se camine. Esto equivale a un promedio de
         180   calorías  en  los  treinta  minutos  necesarios  para  mantenerse  sanos.  Se  puede   quemar
         aproximadamente la misma cantidad de calorías con:

            30 minutos de danza
            20 minutos de tenis
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