Page 118 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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         inglés,  Sir  Hermann  Weber,  un  médico  que  vivió  hasta  los  95  años,  era  inflexible  en  cuanto  a  la
         importancia del ejercicio constante; ya nonagenario, recomendaba entre una y tres horas de caminata
         diaria y tomar vacaciones que incluyeran el escalamiento de montañas y largos paseos por el campo.
            Otras  autoridades  longevas  de  la  época  creían  en  las  virtudes  de  la  vida  rural,  el  mantenerse
         activos en la vejez y el conservar lazos sociales estrechos con la familia y la comunidad. También es
         interesante que muchos de estos ancianos médicos aconsejaran dietas vegetarianas con pequeñas
         cantidades de productos de granja; en su mayoría, sostenían que el consumo de calorías debía ser
         bajo,  alrededor  de  2.500  por  día,  que  es  una  cantidad  frugal  para  un  adulto  que  se  ejercita  varias
         horas  diariamente.  Aparecen  ciertos  consejos  fortuitos  que  no  tienen  demostración  científica,  pero
         aún  parecen  válidos:  Weber  y  Gueniot  tenían  en  alta  estima  los  masajes  y  los  ejercicios  de  respi-
         ración profunda (hoy los llamaríamos aeróbicos) para «estimular los órganos vitales».
            Ninguno de estos consejos ha sido desmentido jamás; por el contrario, muchos reciben apoyo de
         las  técnicas  modernas  de  prevención.  En  la  década  de  los  treinta,  el  escritor  Maurice  Ernest
         examinaba    en  su  libro  The  Longer  Life  («La  vida  más  larga»)  las  biografías  de  centenarios
         pertenecientes a muchas culturas europeas, remontándose hasta tiempos antiguos. Ernest llegaba a
         la conclusión de que el conocimiento de unos pocos procesos físicos prolongaría la vida hasta los 100
         o los 120 años y daba las siguientes indicaciones:

            ·  Comer con frugalidad.
            ·  Ejercitarse y tomar aire fresco en abundancia.
            ·  Elegir una ocupación acorde con el carácter.
            ·  Desarrollar una personalidad plácida o despreocupada.
            ·  Mantener un alto grado de higiene personal.
            ·  Beber líquidos sanos.
            ·  Abstenerse de estimulantes y sedantes.
            ·  Descansar bastante.
            ·  Mover los intestinos una vez al día.
            ·  Vivir en un clima templado.
            ·  Disfrutar de una razonable vida sexual.
            ·  Buscar la debida atención médica en caso de enfermedad.

            De todos estos factores, la frugalidad en la comida es el que ha despertado la imaginación de casi
         todos los que trataron de alcanzar una vida larga. Desde hace siglos, la literatura de la longevidad ha
         estado  llena  de  testimonios  sobre  las  virtudes  de  una  estricta  abstinencia  en  la  dieta.  Un  noble
         veneciano del siglo xv llamado Luigi Cornaro es famoso en la gerontología porque, después de una
         juventud flagrantemente disoluta, resolvió llevar una vida saludable y tratar de sobrevivir hasta los 100
         años por lo menos. Su éxito fue espectacular. En una época en donde la persona media podía consi-
         derarse afortunada si llegaba a los 35 años, Cornaro vivió hasta los 103 y se mantuvo activo y lúcido
         hasta el fin. Su método para lograr esta hazaña fue abstenerse de la bebida y comer muy poco: en
         esencia, ayunó desde los 37 años en adelante, siguiendo la idea que los antiguos griegos y romanos
         tenían de la dieta frugal como secreto de longevidad.
            Las  indicaciones  de  Cornaro   lograron  crédito  científico  siglos  después,  al  menos  en  los
         experimentos con animales. En la década de los treinta, el doctor Clive McKay, de la Universidad de
         Cornell, tomó a ratas recién destetadas y las alimentó con sólo el 60 por ciento de las calorías que
         ingiere una rata si dispone de comida constantemente. La dieta restringida se complementaba con las
         vitaminas  y  los  minerales  adecuados.  Las  ratas  a  dieta  restringida  crecieron  con  mucha  lentitud,
         comparadas con las normales, pero parecían sumamente saludables a lo largo de toda su vida; se las
         pudo  mantener   en  un ciclo de crecimiento retardado durante mil días, cuando por entonces habían
         muerto todas las ratas mantenidas con la dieta sin restricciones. Cuando a las ratas sometidas a dieta
         restringida  se  les  permitió  comer  una  dieta  completa,  empezaron   a  crecer  normalmente   y
         demostraron interés por la actividad sexual, hasta entonces ausente.
            Hasta el día de hoy, el método de «subnutrición» de McKay (suministrar alimentos completos en
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