Page 120 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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doctor Leonard Hayflick, uno de los principales gerontólogos investigadores del país, dice que el
argumento se debería revertir: «A los ratones restringidos sólo se les permite alcanzar el límite
máximo de su vida. Al grupo de control lo mata la alimentación excesiva.»
Este argumento tiene mucho sentido cuando se aplica a los humanos; las excesivas enfermedades
degenerativas que afligen a nuestra sociedad en la vejez indican que se nos está impidiendo alcanzar
la vida larga y saludable que unos pocos logran; aproximadamente el 15 por ciento de los mayores de
65 años no tiene ningún trastorno degenerativo, como el cáncer, las enfermedades del corazón, la
diabetes, la artritis o la osteoporosis.
Nadie ha descubierto aún por qué la restricción de calorías prolonga la vida a los animales.
Walford supone que posterga los fallos del sistema inmunológico. En la actualidad, una enorme
instalación gubernamental de Arkansas ha sido dedicada a subalimentar a treinta mil ratas; se están
efectuando pruebas similares con monos. Sin duda, en un futuro cercano se divulgarán ampliamente
los resultados, que hasta ahora han sido favorables.
Parece improbable que muchas personas se sometan a una severa restricción calórica como
programa de longevidad, dados los rigores, pero mi formación cultural me predispone en favor del
ayuno ocasional. En la India existe una tradición centenaria según la cual se puede lograr la
longevidad si se toma poco o ningún alimento un día a la semana (bajo la forma de zumo de frutas,
agua caliente con miel o leche descremada). El principio es simple: eso permite al sistema digestivo
tomarse un descanso, recuperar el equilibrio y liberarse de las impurezas acumuladas. La fisiología
moderna no ha aceptado estos principios, pero todas las tradiciones espirituales exhiben a longevos
que los respetaron. Según creo, el éxito de la frugalidad en el comer es que se debe combinar con un
estilo de vida en el que el ayuno no sea un castigo ni una medida disciplinaria, sino un respiro de la
actividad diaria. El tiempo habitualmente dedicado a comer debería ser pasado a solas y en
serenidad. De ese modo, el ayuno permitiría al cuerpo participar en una sensación de apacible
inactividad.
Me parece que los centenarios tienden a sacar mucha ventaja a los gerontólogos en cuanto a lo
que saben sobre la vida. Hay una patética falta en cualquier enfoque fragmentario de la vida, por
intrigante que resulte cualquier fragmento por separado. Las restricciones alimenticias no tocan la rica
psicología de los seres humanos, y lo que sabemos hasta ahora de la longevidad indica que este
factor es de suma importancia. Hace poco leí una entrevista efectuada a cierta inspiradora centenaria
llamada Edna Olson. Es muy devota; se ha pasado la vida cantando, rezando y escribiendo poemas
para expresar su fe. Cuando se le preguntó sobre su vida, dijo: «Cuando tenía sólo dos años, Dios
me habló. Me dijo que era Dios y que deseaba que yo creyera en Él, y me dijo:"Yo cuidaré de ti."
»Y así lo ha hecho. Él dijo: "No se lo digas todavía a tu madre. Ella dirá que eres una niña tonta y
que no sabes lo que dices. Yo te enviaré sueños." Y Dios me envió sueños por la mañana, antes de
despertar, y siempre eran sueños verdaderos. Me indicaban lo que debía hacer. Así he vivido toda mi
vida.»
Una mujer alimentada por visiones o treinta mil ratas mantenidas con raciones escasas; sé que la
yuxtaposición parece extraña, pero no puedo concebir la supervivencia sin visión. Aunque no
despierte con sueños enviados por Dios, cada día nuevo debe significar algo para mí. Y cuando es
así quedo convencido de que la batalla está ganada. Sin embargo, este énfasis en las cualidades
personales del corazón y la mente está reñido con la gerontología actual. La mayor fuerza del campo
está en la biotecnología; los descubrimientos más apasionantes, que los medios de difusión anuncian
con extravagante entusiasmo. se relacionan con hormonas de la juventud e ingeniería genética. ¿Es
ésa la verdadera esperanza? Existe una atractiva simplicidad en la idea de que la juventud es sólo
cuestión de inyectar los elementos químicos adecuados o de manipular un gen caprichoso. En la
mente de muchas personas (incluidos numerosos gerontólogos),la ciencia de la longevidad se reduce
finalmente a hallar una bala mágica, una sustancia que altere químicamente la propensión de
nuestras células al envejecimiento. Por lo tanto, debemos evaluar esta perspectiva y preguntar por
qué el tipo de longevidad que parece factible en los tubos de ensayo está tan lejos del que logran los
centenarios en la vida real.