Page 125 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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               suficientes hormonas de crecimiento envejecen más deprisa y más gravemente de lo normal. Cuando
               estos sujetos comenzaron el experimento, presentaban un envejecimiento biológico excesivo; por lo
               tanto,  restaurar  sus  niveles  hormonales  creó  una  diferencia  dramática.  Por  primera  vez  en  años,
               muchos de ellos podían viajar, dar largas caminatas o trabajar en el jardín.
                  Pero la mejoría no fue permanente. Al interrumpirse esos tratamientos costosísimos (alrededor de
               catorce mil dólares al año), volvieron gradualmente los estragos de la edad. Los músculos volvieron a
               marchitarse,  reapareció  la  grasa,  menguó  la  fuerza,  y  los  hombres  quedaron  sin  más  beneficio
               duradero que algún rastro de mejoría en la memoria. «Mientras duró fue estupendo. Tal vez algún día
               pueda  intentarlo  de  nuevo»,  dijo  uno,  melancólico.  Cuando  se  le  dijo  que  el  próximo  experimento
               incluiría a mujeres, comentó con aprobación: «Creo que se les debe dar la oportunidad de sentir lo
               que nosotros sentimos.»
                  Me preocupan esas palabras, tomadas de un elogioso informe periodístico. No es posible suponer
               que  inyectar  hormonas  de  crecimiento  no  tenga  efectos  colaterales  a  largo  plazo.  Esto  puede  no
               ocurrir entre ancianos cuyos niveles de hormonas naturales sean anormalmente bajos, pero en per-
               sonas normales es inútil agregar hormonas de crecimiento para rejuvenecer.
                  Intervenir  groseramente  en  el  funcionamiento  del  cuerpo  no  altera,  en  realidad,  la  fuente  del
               problema. Suministrar una droga, aun la que produce el mismo cuerpo. puede efectivamente empujar
               la fisiología hacia un lado o hacia el otro, pero el cuerpo recuerda lo que quiere hacer y, mientras no
               se  cambie  ese  recuerdo,  siempre  habrá  desequilibrio.  Quien  deba  luchar  con  la  diabetes  sabe
               cuántos   desequilibrios  metabólicos  padecen  los  enfermos  dependientes   de  la  insulina  y  los
               cuidadosos malabares que es preciso hacer con las dosis para evitar el choque insulinico y el coma.
               La  hormona  reemplazante   es  la  molécula  debida,  pero  falta  la  inteligencia  innata  necesaria  para
               utilizar  esa  molécula.  La  diabetes,  el  hipotiroidismo  y  el  envejecimiento  en  sí  no  se  deben  al
               agotamiento de las moléculas, sino a la pérdida de la inteligencia.
                  Inevitablemente,  todo   milagro  de   rejuvenecimiento   alcanzado   con   elementos   químicos
               desordenará la inteligencia del cuerpo. Cuando se suministró hormonas de crecimiento a niños con
               retraso  en  el  desarrollo,  los  experimentadores  tropezaron  con  graves  efectos  colaterales  y  varias
               bajas.  El  argumento de que el envejecimiento se debe a una anormal producción de hormonas me
               resulta convincente, pero la función de las hormonas es llevar mensajes, y esos mensajes, en último
               término,  son  controlados  por  la  conciencia.  Al  aumentar  la  inteligencia  interior,  incentivando  tu
               felicidad y tu satisfacción, puedes derrotar al envejecimiento de un modo duradero y significativo, sin
               elementos  químicos  de  posibles  efectos  colaterales.  La responsabilidad de cambiar esa conciencia
               está en cada individuo.

                  El «gen del envejecimiento»

               Además    de  los  tratamientos  hormonales,  la  ingeniería  genética  concentra  gran  parte  de  las
               esperanzas   de  derrotar  al  envejecimiento.  Hace  cuarenta  años,  después  de  que  Watson  y  Crick
               descodificaron  la  estructura  química  del  ADN,  la  cacería  del  gen  del  envejecimiento  se  tornó
               inevitable.  Mediante  el  descubrimiento  de  ese  gen,  los  científicos  podían  poseer  la  llave de mando
               para  tener  células  inmortales,  aunque  la  naturaleza  hubiera  fracasado  en  la  tarea.  En  varias
               universidades  norteamericanas,  los  investigadores  han  estado  anunciando  grandes  avances  en  la
               localización de genes que regulan el envejecimiento en la levadura, las moscas de la fruta y, por fin,
               en los humanos.
                  Michael  West,  biólogo  molecular  de  la  Universidad  de  Texas,  trabajando  con  células  humanas
               cultivadas  en  tejidos,  aisló  dos  «genes  de  mortalidad»,  cuyo  efecto  es  acelerar  el  proceso  de
               envejecimiento  en  estas  células.  Esos  dos  genes,  rotulados  M-1  y  M-2,  pueden  ser  activados  o
               desactivados químicamente, impulsando el proceso de envejecimiento hacia delante o hacia atrás a
               voluntad.  En  el  envejecimiento  normal,  tanto  el  M-1  como  el  M-2  parecen  estar  activados.  Al
               desactivar el gen M-1,West puede devolver la juventud a una célula y duplicar su tiempo de vida total,
               calculado según la cantidad de divisiones que efectúa. Al parecer, West ha descubierto cómo superar
               el límite de Hayflick a voluntad.
                  Los  resultados  son  aún  más  dramáticos  cuando  se  desactiva  el  M-2,  el  segundo  gen  de  la
               mortalidad. Las células continúan dividiéndose indefinidamente y se mantienen por siempre jóvenes.
               West descubrió que, si volvía a activar el M-l, las células reanudaban el envejecimiento normal. Éste
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