Page 129 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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Uno de los primeros estadounidenses que penetró en esta asombrosa cultura de salud fue el
doctor Alexander Leaf, esclarecido profesor de medicina en Harvard, quien fue uno de los primeros
defensores de la prevención. Para respaldar su creencia de que el ejercicio y la dieta eran las piedras
básales de la buena salud durante toda la vida, Leaf hizo un peregrinaje a todos los sitios del mundo
donde la longevidad era legendaria. Abjasia le despertó un enorme entusiasmo; allí Leaf vio con sus
propios ojos a personas que sobrevivían con buena salud hasta edades inauditas.
En su visita de 1972 a Abjasia, Leaf se esforzó por mantenerse a la par de Gabriel Chapnian, un
anciano bajito y fibroso, que a los 117 años trepaba con facilidad una empinada colina para llegar a
su huerta. Marjti Tarjil, de 104, aún se levantaba al amanecer y se zambullía en un arroyo helado para
darse el baño matinal. Leaf escribió: «Marjti atribuye su larga vida a Dios, a las montañas y a una
buena dieta... ¡y recomienda no comer sin pimienta! Su "mejor" edad fue a los 18, pero está de
acuerdo con Vanacha en que se consideró joven hasta los 60 años. 'Todavía me siento joven, me
siento bien, monto a caballo, como bien y nado todos los días, así que aún me siento mozo, aunque
no tan fuerte como era antes."»
En Occidente, cuando envejecemos, el cuerpo pierde masa muscular y la reemplaza con grasa; a
los 65 años, casi la mitad del peso de hombres y mujeres corresponde a grasa, el doble que a los 20
años. Por comparación, casi todos los abjasianos de vida larga eran enjutos, de espalda erguida y
músculos firmes. Mucho después de la jubilación, los más ancianos florecían al aire libre; en el
verano marchaban hasta los pastos altos y desenterraban patatas en sus huertas. Aun en aquellos
casos donde había arterias coronarias bloqueadas o algún otro daño en el músculo cardiaco, las
caminatas y el escalamiento de los que todos participaban parecían anular las limitaciones físicas.
Cuando Leaf trajo fotografías de los longevos para el National Geogra-phk, en 1972, millones de
lectores vieron un rostro de la ancianidad que en su país nunca se había visto y rara vez se
imaginaba. Veinte años después nos enfrentamos a un enorme aumento de todos los grupos de edad
superior a los 65 años, y los abjasianos de larga vida nos fascinan cada vez más. En su cultura, la
«nueva vejez» existe desde hace muchas generaciones. Por tradición, llevan una vida en la que se
reúnen todos los ingredientes necesarios para una longevidad consciente y con sentido, no sólo la
longevidad del sobreviviente, sino la de la «juventud en la ancianidad», título elegido por Leaf para su
libro.
Los abjasianos lograron redefinir la juventud de modo tal que no fuera lo opuesto a una larga
supervivencia. Algunos podían ser cronológicamente viejos, pero jóvenes según sus patrones de
medida. Al anotar sus impresiones sobre un hombre de 98 años, llamado Tijed Gunba, Leaf escribió:
«Tijed tenía una presión sanguínea de 104/72 y un pulso regular de 84 (latidos por minuto). Parecía
un individuo muy plácido, con mucho "kilometraje" de reserva. En presencia de dos centenarios, aún
lo tenían por un jovencito.»
La «estafa» de los supercentenarios
¿Por qué, dada esta idílica situación, no todos hemos oído hablar de Abjasia? £1 motivo es que los
primeros informes traídos por occidentales pronto se empañaron de confusión y desconfianza. Lo que
hacía tan interesante a Abjasia, a mediados de la década de los setenta, no era su estilo de vida, sino
el fenómeno de los supercentenarios. El gobierno soviético de entonces quería cosechar una buena
propaganda, asegurando que sus ancianos sobrevivían por encima de todo lo conocido en el mundo
no comunista. Se centró una atención tremenda sobre individuos tales como Jfaf Lazuria, la más
celebrada de los longevos.
Se informaba que Jfaf Lazuria era la mujer más vieja de cuantas habían vivido nunca. Murió en
1975, asegurando tener 140 años, lo cual significaba que había nacido en 1835, durante el reinado
del zar Nicolás I, por la época en que Andrew Jackson era presidente de Estados Unidos. En vida,
Jfaf Lazuria era una mujer diminuta, de un metro veinticinco de estatura. Aunque frágil, se movía con
agilidad, estaba siempre deseosa de recibir visitas, podía enhebrar una aguja sin gafas y narraba con
vivacidad.
Le gustaba fumar, cosa rara entre las mujeres de Abjasia, y decía haber adquirido el hábito a los
100 años. (Como ya era demasiado vieja para que se la considerara mujer, acostumbraba a bromear,
lo mismo daba actuar como los hombres.) Entre sus pintorescos relatos Jfaf contaba sus primeros re-
cuerdos de «la gran guerra del Norte», que Leaf tomó como la guerra de Crimea, del período 1853-