Page 134 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
P. 134

134

            Probablemente no volveré a cantar.

            ¿Cuál es el origen de esta terrible enfermedad? Se han presentado muchas suposiciones: un raro
         «virus  lento»  que  tarda  décadas  en  madurar;  un  defecto  del  sistema  inmunológico,  por  el  cual  los
         propios  anticuerpos  de  la  víctima  atacan  al  cerebro;  una  creciente  acumulación  de  aluminio  en  las
         neuronas. Ninguna de estas causas ha sido demostrada. Aunque en los cerebros de los atacados por
         el mal de Alzheimer se han encontrado altos índices de aluminio, no se encuentran índices elevados
         del metal en la sangre.
            Algunos  libros  populares  han  hecho  sonar  la  alarma  contra  el  aluminio  del  papel  plateado,  las
         cacerolas y los desodorantes basados en sales de aluminio, pero millones de personas utilizan estos
         productos sin contraer el mal. Es más probable que exista alguna anormalidad fisiológica; tal vez falla
         la barrera sanguínea que normalmente impide la entrada del aluminio en el cerebro, permitiendo que
         se acumulen depósitos del metal. Otro motivo para sospechar que el fallo está en el cerebro mismo
         es  que  los  enfermos  del  mal  de  Alzheimer  presentan  deficiencia  de  un  neurotransmisor  crítico  al
         menos: la acetilcolina, lo cual dificulta la capacidad de las células cerebrales de comunicarse entre sí.
            En  la  actualidad  el  mal  de  Alzheimer  es  incurable.  No  hay  prevención  viable,  aunque  los
         investigadores  creen  haber  hallado  marcadores  genéticos  que  predisponen  a  la  enfermedad  en
         algunas  familias.  Una vez que se declara la enfermedad, la atención médica se limita a suministrar
         tranquilizantes  o  sedantes.  Esto  no  afecta  al  resultado,  pero  ayuda  a  reducir la tensión psicológica
         que tanto afecta a pacientes y familiares. Hay grandes esperanzas en los casos de demencia que no
         sean resultados del mal de Alzheimer, pues una vez que se superó el mito de la «senilidad normal»
         se  tornó  evidente  que  existían  más  de  cien  trastornos  tratables,  todos  los  cuales  podían  imitar  los
         síntomas de la demencia senil, incluidos el hipotiroidismo, las trombosis cerebrales y la sífilis.

            Cómo resiste el cerebro ante el envejecimiento

            El  envejecimiento  del  cerebro  no  basta  para  provocar  el  mal  de  Alzheimer  ni  cualquier  otro  de
         estos  trastornos.  Se  sabe  que,  con  el  tiempo,  la  estructura  del  cerebro  sufre  algunos  cambios.  Se
         torna más ligero, por ejemplo, y se reduce ligeramente en tamaño. Uno de los clichés de la neurología
         es que el cerebro humano pierde, al envejecer, aproximadamente un millón de neuronas al año; esto
         proporciona una justificación conveniente para considerar que la aparición de la senilidad es resultado
         de la decadencia del cerebro.
            Sin  embargo,  el  error  de  esta  explicación  es  que  muchas  personas  no  acaban  seniles,  aunque
         presumiblemente hayan perdido la misma cantidad de neuronas (esto queda librado a las conjeturas,
         pues no se pueden hacer recuentos confiables de neuronas en personas vivas). En la actualidad no
         se sabe por qué un cerebro viejo se mantiene alerta y creativo (basta pensar en Miguel Ángel, que
         diseñó la capilla de San Pedro cuando estaba próximo a los 90 años, o en Picasso, que pintaba a la
         misma edad, y Arthur Rubinstein, que tocaba el piano en Carnegie Hall) mientras que otro comienza a
         deteriorarse.  Una  teoría,  basada  en  la  investigación  sobre  animales,  es  que  nuestro  cerebro
         desarrolla  nuevas  conexiones   al  envejecer.  En  algunos  individuos,  estas  conexiones  pueden
         compensar la pérdida de un mayor número de neuronas muertas.
            No hay dos células cerebrales que lleguen jamás a tocarse físicamente. Se extienden la una hacia
         la  otra  a  través  de  un  vacío  llamado  sinapsis,  utilizando  cientos  o  miles  de  filamentos  similares  a
         pelos,  que  llamamos  dendritas.  El  efecto  es  como  el  de  dos  árboles  cuyas  ramitas  llegaran  casi  a
         entretejerse al viento (la palabra «dendrita» se deriva del vocablo griego que significa «árbol»). En el
         punto en que dos filamentos llegan casi a tocarse, entre una y otra neurona puede pasar una señal
         química.  Los  elementos  químicos  básicos  que  participan  son  bien  conocidos.  Uno  de  ellos  es  la
         acetilcolina,  que  los  enfermos  de  Alzheimer  no  tienen  en  cantidad  suficiente;  otro  es  la  dopamina,
         cuya  deficiencia  lleva  al  mal  de  Parkinson.  Nadie  sabe  exactamente  por  qué  algunas  neuronas
         desarrollan  cincuenta  dendritas  para  enviar  mensajes,  mientras  que  otras  presentan  diez  mil.  No
         obstante,  un  hallazgo  alentador  indica  que,  al  mantener  la  actividad  mental,  las  personas  mayores
         pueden desarrollar dendritas nuevas constantemente.
            Esta divulgada novedad fue descubierta por Marian Diamond en las investigaciones que realizó en
         Berkeley;  ella  demostró  que  los  cerebros  de  las  ratas  crecían  o  se  reducían  según  el  tipo  de
         experiencias  a  las  que  fueran  expuestas.  Las  ratas  confinadas  a  jaulas  pequeñas  y  privadas  de
   129   130   131   132   133   134   135   136   137   138   139