Page 137 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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sino el que es preciso devenir.» Tras haber pasado horas con Maharishi, a quien considero profun-
damente sabio, no creo haber absorbido su sabiduría, pero sé que esta virtud, para ser auténtica,
debe ser tan íntima para una persona como el respirar. La sabiduría no está en lo que haces, sino en
lo que eres.
A medida que la «nueva vejez» vaya borrando los prejuicios contra los ancianos, creo que
presenciaremos un florecimiento de las cualidades visionarias que los años pueden llevar a su mejor
expresión. La visión es el vínculo oculto que une la juventud y la ancianidad. En la mediana edad
transigimos con nuestros ideales para lograr el éxito y la seguridad; la sabiduría no es algo para lo
que tengamos mucho tiempo. Los jóvenes son aún impetuosamente idealistas. Pero los ancianos
pueden equilibrar y realizar eso mediante la sabiduría, quizás el don más grande que ofrece el ciclo
de la vida humana en sus años maduros.
Los límites de la medicina
Los descubrimientos médicos sobre el envejecimiento del cerebro nos permiten cerrar la brecha entre
las bajas expectativas que tenemos de la ancianidad y las ricas posibilidades que en verdad existen.
Sin embargo, también llevan a la confusión. Casi todos suponen que la medicina ha sido
principalmente responsable de mejorar la salud de los ancianos y prolongar la duración de la vida; por
lo tanto, esperan que los médicos curen el cáncer, los trastornos cardiacos, el mal de Alzheimer y
otras enfermedades degenerativas comunes entre los mayores. Esto es ignorar que envejecer con
felicidad es mucho más que evitar las enfermedades, aunque esto sea importante. Requiere un
compromiso de toda la vida para con uno mismo todos los días; el médico puede ayudar a asumir
este compromiso, pero la medicina no lo reemplaza.
El papel de la medicina moderna en cuanto a prolongar la vida se debilita con cada década. En la
gran época de los cazadores de microbios que se inició alrededor de 1870 y duró casi un siglo, la
medicina hizo progresos innegables, eliminando enfermedades infecciosas de todo tipo. Este éxito
pasado es uno de los motivos por lo que Estados Unidos está dispuesto a soportar el abrumador
costo de atender la salud de este país, que ya ha pasado los setecientos mil millones de dólares y va
camino a ser de un billón en la década venidera. Tomamos como artículo de fe que esta suma
enorme servirá para comprar más vida, tal como sirvió la inversión en la investigación de la penicilina
y la vacuna Salk. Pero la contribución general de la medicina, pasada, presente y futura, puede estar
muy exagerada.
Desde 1900, la vida del estadounidense medio ha aumentado en un 50 por ciento, pero gran parte
de ese incremento no afecta a quienes ya hayan sobrevivido a la infancia y la niñez. Si se examina el
gráfico de la página 138, se verán los pocos años adicionales que han ganado las generaciones
recientes en la edad adulta. Aquí se han superpuesto dos gráficos. El inferior indica la expectativa de
vida calculada desde el nacimiento; esto viene al caso cuando hablamos del tremendo incremento de
veintiséis años en la expectativa de vida producidos entre 1900 y 1990. Empero, el gráfico superior