Page 135 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
P. 135
135
interacción social con otros animales de su especie comenzaban a presentar una reducción de la
corteza y del número de dendritas. Por el contrario, si se ponía a una rata vieja en sociedad con otras
y se le brindaban muchos estímulos, su cerebro se expandía y desarrollaba dendritas nuevas. Esto
ayudó a brindar una explicación fisiológica para algo que todos hemos observado: los ancianos
solitarios y aislados tienen muchas más probabilidades de mostrarse confusos, desorientados,
apáticos y vacíos que quienes mantienen una relación activa con familiares y amigos.
Debido a nuestro prejuicio materialista, el hecho de que se desarrollen dendritas nuevas suena
muy científico y reconfortante. En la realidad la situación resulta ser más compleja. Tener más
dendritas no es lo mismo que tener un cerebro más desarrollado. Los bebés nacen con muchas más
dendritas de las que tienen los adultos; el proceso de maduración consiste en podar el exceso,
reduciendo la corteza a sus conexiones más útiles. Aun así, es alentador saber que los cerebros
viejos son capaces de reemplazar las dendritas perdidas a medida que hagan falta.
Por mucho tiempo se pensó que nacemos con un número fijo de células cerebrales, que nunca se
dividen para formar otras nuevas; empero, recientemente se ha descubierto que el ADN de las
neuronas es activo, y esto podría llevar a conclusiones nuevas. Algunos neurólogos dudan asimismo
de que el cerebro pierda realmente un millón de neuronas por año. Robert Terry, neurocientífico de la
Universidad de California en San Diego, determinó que no hay una disminución significativa de la
densidad neuronal en tres zonas importantes del cerebro. El número de neuronas grandes decrece,
sí, pero es compensado por un aumento de neuronas menores. Además, las neuronas grandes no
parecen morir, sino reducirse en tamaño.
Otros dos neurocientíficos, Samuel Weiss y Brent Reynolds, de la Universidad de Calgary en
Alberta, descubrieron que podían estimular las células cerebrales en estado latente, poniéndolas en
vida activa. Cultivaron en el laboratorio neuronas de ratón y les dieron un elemento químico llamado
factor de crecimiento epidérmico, haciendo que algunas células inmaduras e inactivas se dividieran
para formar otras maduras. Es casi seguro que el cerebro humano acumula esas células dormidas,
quizá como reserva.
También es alentador saber que el cerebro tiene mecanismos naturales propios para activarse en
la vejez. Pasados los 80 años de edad, las dendritas nuevas se alargan y desarrollan ramas nuevas.
Las neuronas, al encogerse, crean sinapsis nuevas, que a su vez estimulan más actividad
electroquímica en el cerebro. Hay sustancias naturales que estimulan el crecimiento y la reparación,
en especial el factor de crecimiento nervioso (FCN),proteína que pertenece al tipo de las que
llamamos factores tróficos. El FCN parece cumplir funciones importantes. En el centro John Hopkins,
el FCN impidió la degeneración de las neuronas viejas en ratas y monos; inyectado en el cerebro de
ratas viejas, mejoraba significativamente la memoria espacial. Cabe la esperanza de que los
enfermos de Alzheimer puedan recobrar la funcionalidad utilizando elementos químicos que induzcan
la actividad neuronal (en Suecia ya se han probado con algún éxito factores de crecimiento nervioso).
Todas estas buenas noticias sobre el envejecimiento del cerebro elevan nuestra expectativa de
que sea completamente normal mantener intactas las facultades. «Las personas mayores pueden no
ser tan veloces en las pruebas cronometradas —comentaba el neurocientífico Robert Terry—, pero
no pierden el buen juicio, la orientación ni el vocabulario. Personas tales como Picasso, el
violonchelista Pablo Casáis o Martha Graham no habrían podido, de ningún modo, seguir teniendo
tanto éxito con medio cerebro.»
La conservación de la inteligencia en la ancianidad.
Para documentar si el deterioro de la inteligencia era parte natural del envejecimiento, la investiga-
dora Lissy Jarvik, de Columbia, realizó ciertos estudios sobre gemelos a partir de 1947. Los sujetos
no presentaban disminuciones significativas del cociente intelectual entre los 65 y los 75 años. Con
frecuencia se produce una marcada disminución de la inteligencia en el año precedente a la muerte,
pero hay muchas variaciones entre un individuo y otro, y también entre diferentes pruebas. No es
posible agrupar sin más a todos los ancianos: la diferencia está en los individuos, no en la vejez en sí
misma.
Como evidencia corroborante, podemos recurrir a un estudio a largo plazo realizado en la
Universidad Duke, que no halló un deterioro general de la inteligencia en los sujetos de entre 65 y 75
años, a menos que sufrieran de alta presión sanguínea. Es bien sabido que las trombosis leves, con