Page 130 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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1856. Por entonces fue secuestrada por los turcos y no volvió a su casa sino diez años después, más
o menos por los días en que asesinaron a Lincoln. Más notable aún que la superlongevidad de Jfaf
Lazuria era, quizás, el hecho de que su familia inmediata pudiera exhibir abuelos, padres, hermanos y
primos que habían llegado a cumplir los 100. Eso los convertía, holgadamente, en la familia
centenaria de todos los tiempos. Leaf, hechizado, aceptó por completo estos relatos; por eso sufrió un
fuerte golpe cuando empezaron a surgir grandes contradicciones. Según se vio Jfaf Lazuria había
contado a cada visitante una historia algo distinta sobre sí misma, cambiando libremente su edad, el
número de esposos que había tenido y la edad que alcanzaron sus padres; en verdad, eran pocos los
detalles que se mantenían invariables. Se puede perdonar a Leaf por ignorar lo que no pueden saber
los visitantes fortuitos: ¡que una de las costumbres favoritas de Abjasia es mentir a los forasteros! Los
visitantes occidentales que permanecieron allí lo suficiente para familiarizarse con la zona
descubrieron que los abjasianos tenían un legendario amor por las exageraciones, sobre todo si se
trataba de tejer fábulas para los extranjeros.
Cuando se consultó a los gerontólogos de la región enviados por el gobierno soviético de ese
entonces sobre la edad que podían tener en realidad los longevos, calcularon que algunos de ellos
eran muy ancianos, por cierto, y que habían superado los 115 años; pero entre quienes aseguraban
tener 120 años, mucho menos 140 o 168, ninguno podía presentar documentos fiables. De hecho,
como el 90 por ciento de las iglesias del lugar habían sido destruidas por los soviéticos durante el
gobierno de Stalin, los viejos registros de nacimientos, comuniones o casamientos prácticamente no
existían en Abjasia.
El golpe final llegó a comienzos de los años setenta, cuando Zhores Medvedev, uno de los
genetistas soviéticos más respetados, desertó hacia Occidente. Medvedev había viajado por todo el
Cáucaso y conocía íntimamente los métodos de los gerontólogos que trabajaban allí. En Londres re-
veló puntos débiles en todos los supuestos casos de superlongevidad: hasta el 98 por ciento de los
ancianos de Abjasia eran iletrados y muchos no conocían siquiera su fecha de nacimiento. Para ellos
era difícil llevar la cuenta del tiempo, sobre todo considerando que en la región se superponían los
calendarios cristiano y musulmán (el calendario musulmán se basa en un año de diez meses). No
existían registros soviéticos anteriores a 1930 y hubo sospechas de un fraude deliberado cuando
Medvedev señaló que Stalin había nacido en Georgia. Los celosos intentos de convencerlo de que
viviría mucho tiempo (algo que los déspotas más absolutos están sumamente ansiosos de creer)
habían añadido combustible político al tradicional orgullo de los abjasianos por alcanzar una
ancianidad extrema.
La burbuja estalló muy pronto. A la fría luz diurna no había, en verdad, pruebas convincentes de
que ciertas familias del Cáucaso hubieran producido varias generaciones de centenarios. Cuando la
fabrica norteamericana de yogur concibió esa campaña publicitaria de la madre que pellizcaba la
mejilla a su hijo, quisieron hallar una madre con un hijo centenario (esto parecía posible en una
sociedad donde las mujeres se casaban alrededor de los 20 años),pero esto resultó imposible. Nadie
pudo hallar una familia en la que padres y vástagos fueran centenarios. Casi todos los investigadores
llegaron a la conclusión de que los supercentenarios georgianos eran productos de una cultura
tradicional en la que ser tan anciano como se pudiera había sido siempre causa de un gran respeto
social.
Por qué necesitamos a Abjasia
Pese a las contradicciones de sus hallazgos, el doctor Leaf no dejó de defender los principios de
prevención del envejecimiento que vio aplicar en el Cáucaso. Su obra fue muy importante para
orientar a los estadounidenses hacia una dieta mejor y más ejercicio, sobre todo para prevenir los
ataques cardiacos, pero el creciente escepticismo lo obligó a retirar su apoyo a la superlongevidad.
Sin embargo, lo de Abjasia no debería ser descartado; en un mundo donde la vasta mayoría de las
sociedades condicionan a su gente a esperar una vida breve y condenan a los ancianos a una
existencia marginal, esta sociedad única fomentaba un ideal consciente de la ancianidad como la fase
más provechosa de la vida... y el provecho estaba abierto a todos quienes desearan alcanzarla.
A mi modo de ver, Abjasia es el sitio donde nunca arraigó el concepto tradicional de «viejo». La
palabra fue eliminada y, en su lugar, los de vida larga llevaban un estilo de vida sin edad: galopaban a
caballo, trabajaban al sol y cantaban en coros en los cuales el miembro más joven tenía 70 años y el